Las empresas abren sus puertas a los turistas

I.M.
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Ofertan conocer 'in situ' cómo se hace el queso que uno se come, la cerveza que uno se bebe, el aceite con el que se moja el pan, el vino que acompaña la comida o el 'miguelito' que se toma de postre

El turismo no es sólo sol y playa o montaña. Hay otras muchas formas de hacer turismo. Está el gastronómico, el ornitológico, el cultural, el turismo activo en plena naturaleza, el enoturismo, el oleoturismo, el turismo de negocios y el turismo industrial, un tipo de turismo que implica visitas a empresas en activo y al patrimonio histórico industrial, ofreciendo a los visitantes una experiencia relacionada con los productos, procesos productivos, aplicaciones o la historia de la empresa y sus actividades.

 Recuerda el albacetense Julián Cabrera, director de Inturmancha, el primer portal de reservas de visitas a empresas de Castilla-La Mancha, desde hace más de cien años existen visitas turísticas a fábricas de chocolate en Francia, de quesos en Holanda o a la destilería de Jack Daniels en Tennessee, en Estados Unidos. Ya, en nuestro país, este turismo está muy desarrollado en comunidades como Galicia, con sus conserveras de pescado; en Murcia, con sus conserveras vegetales; en La Rioja, con sus bodegas; en Cataluña, en donde incluso se ha creado una agrupación de municipios para fomentar precisamente el turismo industrial, o en ciudades como Cádiz, con sus salinas. Por contra, en lo que es la comunidad autonómica de Castilla-La Mancha, es todavía incipiente.

«El interés del turista por este tipo de visitas se debe a su afán por aprender, por conocer el patrimonio económico de una zona muy concreta o por la fascinación que le pueda suponer encontrarse con toda esa serie de actividades tradicionales que en algunas ciudades o puntos masificados están totalmente perdidas y olvidadas», explica Cabrera.

El turismo industrial lo que ofrece, comenta a continuación, es conocer de primera mano cómo se hace el queso que uno se come, la cerveza que uno se bebe, el aceite con el que se moja el pan, el vino que acompaña la comida, los miguelitos que uno se toma de postre, o el cuchillo con el que cortas los alimentos. Y es que hoy por hoy son las industrias agroalimentarias manchegas en general y albacetenses en particular las que se han apuntado mayoritariamente a abrir sus puertas a los turistas, aunque también las hay cuchilleras y talleres artesanos, pero son los menos. Estamos hablando de medio centenar en la comunidad, de las que el 75%, más de 30, están ubicadas a lo largo y ancho de la provincia.

Los visitantes que llegan a estas industrias son preferentemente familias o grupos de amigos o de profesionales. Asimismo no es un turismo no estacional sino presente todo el año, aunque es cierto que es menor en los meses de verano, aquellos en lo que el sol y la playa «se lo come todo turísticamente hablando», añade Julián Cabrera.

Son los propios albacetenses y castellano-manchegos, fundamentalmente, los que visitan nuestras empresas, seguidos de los murcianos, valencianos, alicantinos, madrileños, catalanes y andaluces. Turistas nacionales a los que se sumarán los extranjeros si de lo que hablamos son de bodegas, con los americanos, los ingleses y los franceses a la cabeza.

Son, además, turistas mayoritariamente de un día o de un fin de semana, y su captación se hace de formas muy diferentes: vía paquetes, en los que igualmente se incluirá una visita a un museo, una comida en un local de la zona o un recorrido por un entorno natural, la propia web que dirige Cabrera, los hoteles, las agencias de viajes o los touroperadores.

 

las visitas. Son las propias empresas las que fijarán las fechas y las horas visitables y con reserva previa desde el momento en el que para ellas el turismo no deja de ser una actividad complementaria, no la principal. El precio a abonar en concepto de entrada que va vía Inturmancha es de lo más variado, desde los tres hasta los 15 euros, de lo cuales un porcentaje se lo llevará la empresa. Igual de variado es el tiempo en que estarán los turistas en estas industrias. Hay visitas de tres cuarto de hora y también de hora y media o dos horas como máximo. En este tiempo, harán un recorrido, previamente diseñado, por las instalaciones de la empresa, o mejor dicho, por la trastienda, por los distintos procesos productivos que hay hasta llegar al producto que ellos consumo, sin olvidarse ni de las materias primas ni de las máquinas que se emplean.

Y acompañando a todo ello, las correspondientes explicaciones por parte de personal de la propia fábrica y, además, sin que cese la actividad. No faltará tampoco ni la consiguiente degustación como punto final y ni la posibilidad de comprar en la tienda que allí tengan. La adquisición directa de sus productos, no obstante, en opinión de Julián Cabrera, es uno de los beneficios que obtienen las empresas al admitir visitas, pues igualmente, añade, «no deja de ser una forma de generar marca, de fidelizar clientes o hacer nuevos y de incrementar sus ventas, empezando por las que se harán in situ y después vía on-line».

 Hay empresas que no fijan un tope a la hora de recibir a los turistas, pero también las hay que lo marcan con un máximo de 12 personas por grupo. Esta nueva modalidad turística movió vía Inturmancha 300 familias en el 2014, en este año a estas fechas ya son el doble por lo que se espera terminar con 1.000 familias haciendo turismo industrial por la región, con una media mensual de visitas entre los 100 y los 150 turistas empresariales sólo en lo que es la provincia de Albacete.

«El turismo empresarial -subraya el director de Inturmancha- por lo particular que es a veces resulta difícil venderlo, por ello que no sólo a veces acompañemos la visita de otras opciones que le permita a quien lo haga descubrir la naturaleza, los tesoros museísticos de ese lugar o de los alrededores para así alargar su estancia turística, sino que también, pensando en los niños también hay visitas que van acompañadas de un taller participativo y muy manual».

Sea como sea, concluye diciendo Julián Cabrera, «aunque sea difícil de vender quien practica el turismo industrial se va encantado pues aporta experiencias de todo tipo, desde visual hasta olfativa , al margen de que ten enseñan a valorar aspectos como el sacrificio o el esfuerzo».