500 años de piedras y papel

Maite Martínez
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Documentación de los archivos Histórico y Diocesano, expuesta al público en La Asunción, desvelan los mil y un avatares de la construcción de la parroquia de San Juan, hoy catedral, cuya edificación se inició hace cinco siglos

Poco más o menos, en palabras del cronista Rafael Mateos y Sotos, fue en 1515 cuando empezó a construirse la actual catedral. Estamos por tanto en el 500 aniversario del inicio de su fábrica. El templo no se levantó tal y como lo conocemos de una, ni mucho menos. Sino que sus obras se acometieron en distintas fases que se prolongaron a lo largo de las centurias.

Los avatares de su construcción y algunos de los secretos que custodia el viejo templo se revelan en Documenta, una exposición conmemorativa de documentos históricos, planos, manuscritos, fotografías y obras artísticas, que puede visitarse hasta el 8 de diciembre en el centro cultural de La Asunción.

Hace 500 años, la entonces villa de Albacete tenía poco más de 4.000 almas y su parroquia de San Juan, un templo mudéjar, se había quedado pequeño. Se hacía necesario construir una nueva iglesia.

Esa nueva iglesia se levantó sobre el templo existente, que se fue demoliendo a medida que lo requerían las obras y así poder mantener la parroquia siempre abierta al público. Las últimas piedras del templo primitivo se empezaron a retirar en 1918, año en el que se hundió lo que quedaba para poder construir el tercer tramo de la actual catedral, dejar libres las segundas columnas y al fin construir la fachada actual.

En la exposición Documenta, de la que es comisario Luis Guillermo García-Saúco, puede verse el primer documento en el que se hace referencia a la parroquia de San Juan, un pergamino de 1414 en el que se habla de la costumbre que tenía el concejo de Albacete de reunirse a la puerta del templo.

No hay muchas noticias sobre aquella construcción originaria.  Aquel templo tenía tres naves y una torre de dos cuerpos, el de abajo de tapial y el superior construido en cantería se supone que para sostener las campanas. En base a estas noticias, el diseñador José Carlos Molina ha recreado como era aquel edificio, permitiendo un recorrido visual que ayuda a imaginar el aspecto de aquella vieja iglesia medieval de la que hoy no se conserva nada. Mejor dicho casi nada. Porque subiendo por la empinada cuesta de San Juan se puede observar en el muro un relieve de la Virgen con el niño, una pieza de cantería rodeada de leyenda y que constituye el único resto de aquel templo viejo que ha llegado a nuestros días.  

El nuevo templo. Cuatro siglos pasaron entre el inicio y el final del hundimiento del templo original para dar paso a la actual parroquia. Cuatro siglos de obras que transcurrieron a muy distinto ritmo. En apenas 20 años casi se construyó la mitad del templo, señala García-Saúco en su investigación sobre Las iglesias de salón en Albacete, donde también explica que pronto aparecieron los primeros problemas.

Los pilares que se habían construido no podían soportar las seis bóvedas correspondientes a los dos tramos primeros de las tres naves. En 1536 la obra tenía ya problemas serios y el concejo de Albacete decide requerir la presencia de Andrés de Vandelvira, Jerónimo Quijano y Diego de Siloé para evitar la ruina de lo edificado.  

Diego de Siloé, «el mejor maestro que había en Castilla de fama», viene de Granada a Albacete dos años después y aconseja construir unos andamios de madera para mantener las bóvedas y así poder eliminar los pilares y poder construir otros con una piedra de mejor calidad. El documento, firmado un 24 de mayo de 1538 por el maestro Siloé, en el que daba su «parecer» sobre la obra se exhibe también en la exposición de La Asunción.

En 1540 se construyeron las nuevas columnas de 13,5 metros de altura, «quizá las más bellas del Renacimiento español», mantiene García-Saúco, cuya realización material corrió por cuenta del maestro Jerónimo Quijano. No pudo evitarse, sin embargo, el desplome de las bóvedas en 1545.

Durante un tiempo, el culto se tuvo que trasladar a la capilla del hospital de San Julián y los vecinos tuvieron que hacer aportaciones económicas extraordinarias para reconstruir lo hundido.

En 1545, Carlos Ipidió información sobre la solicitud de 400 ducados que había hecho el Ayuntamiento de Albacete para poder continuar con la parroquia. Otro de los documentos que dan fe de la historia de la catedral y que se puede contemplar en la exposición.

El proyecto. La obra del templo casi se detiene durante un tiempo. A partir de 1562 el esfuerzo se concentra en construir una nueva sacristía, que quedó terminada en 1577, en el lugar donde estaba la vieja. Es entonces cuando se levanta el actual edificio de tres plantas, obra de un maestro cantero vasco que andaba por estas tierras trabajando en la reedificación del Ayuntamiento de Chinchilla.

La crisis económica del reinado de Felipe II impidió seguir con la obra. En 1597 se trazó un plano, -cuyo original ha salido del Archivo Histórico para poder ser contemplado en esta muestra- concretando lo que se había construido y lo que quedaba por hacer.

El plano lo hizo Pedro de Monte, por orden del obispo de la diócesis Sancho Dávila. Este dibujo evidencia que la catedral actual está inconclusa, inacabada. Según este dibujo debían construirse seis columnas y que cada nave tuviera cuatro tramos. Una aspiración que se quedó sobre el papel, pues la escasez de caudal económico y el devenir de los tiempos, dejó el templo con cuatro columnas y tres tramos.

Para aquel entonces se habían construido ya cuatro columnas, las segundas estaban aún pegadas a los restos de la iglesia primitiva, pero el templo carecía aún de bóvedas. A lo largo del siglo XVII hubo varios intentos de retomar la construcción, pero no fue fácil. Hasta 1690 no se empezó con las bóvedas, que se tardó diez años en construir.

El templo de hoy. Con el cambio de siglo se mantuvo la idea de proseguir con la construcción del templo. Pasó el XVIII y el XIX sin que se moviera casi ni una piedra.

De 1766 se conserva el acta de una reunión -expuesto en Documenta- que se celebró un 8 de septiembre, en la sacristía de la parroquia. Un grupo de personas de Albacete se encontraron con la seria intención de proseguir las obras, una vez que se habían cerrado las bóvedas, se había dorado el retablo mayor e incluso se había construido un nuevo órgano para las celebraciones. Describían el templo y hablaban del crecimiento de la villa.

Hubo que esperar siglo y medio para completar el edificio. En 1916 el arcipreste de Albacete impulsó una recaudación de fondos para terminar la iglesia.

El empeño era demoler la parte de la iglesia vieja que aún quedaba y así dejar libres las segundas columnas que se habían construido, pues aún estaban pegadas a los restos del primer templo, y además construir una fachada, siguiendo un proyecto de los arquitectos Julio Carrilero y Manuel Muñoz que, una vez más, tampoco se llevó a término  tal y como se ideó en un primer momento, pues preveía una torre sobre el campanario actual que no se llegó a construir.

En 1921 se colocó la primera piedra de este tercer tramo de la parroquia, que sería el último, pues se descartó la idea de levantar dos nuevas columnas y ampliar a cuatro los tramos del templo. Aquella idea original de 1597 se olvidó, hubiese alargado en el tiempo las obras y las habría encarecido en exceso.

En las obras de este último tramo se empleó la piedra del antiguo convento de las Justinianas que por aquel entonces se demolió. En 1923 se hundió la torre vieja y en 1933 se terminó la fachada principal, tal y como hoy la conocemos. La guerra civil, que trajo consigo el asalto y incendio del templo dañando su interior, paralizó la última fase de la construcción. Al terminar la contienda, en 1939 quedaba aún por unir la fachada con las segundas columnas, una obra que se acometió en los años cuarenta. Al fin, en 1948 se terminaron las bóvedas del tercer tramo y el tejado y se hundió la pared que separaba el templo viejo del nuevo.

Lo último que se construyó fue la escalinata, en 1986, diseñada por Sebastiano Serlio.