Pinar juega al ataque y gana la partida

P.J.G
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El tobarreño cortó dos orejas y sumó su sexta puerta grande consecutiva, mientras que Palacios y Garrido fueron ovacionados ante una seria e interesante corrida de La Quinta

El romance de Rubén Pinar con la Feria de Albacete pasa al estadio de luna de miel, porque ayer volvió a sumar una puerta grande más, y van seis en las últimas seis actuaciones del diestro tobarreño, repartidas en tres ferias, proclamándose triunfador en las dos últimas y siendo un gran candidato a repetir en la presente edición. Pinar consiguió su nuevo triunfo jugando al ataque y así ganó la partida en una tarde en la que se lidió un bien presentada y seria corrida de La Quinta -los seis toros fueron aplaudidos de salida- y de interesante juego  -los seis también fueron aplaudidos en el arrastre-, con los matices de cara toro, pero manteniendo siempre la atención del espectador, siendo la mejor prueba que vivimos una tarde sin las reiteradas, cansinas y tediosas peticiones de música, porque cuando toro y torero son protagonistas todo lo demás se olvida, que para eso uno acude a la plaza de toros a presenciar una corrida de toros y no un concierto de música.

Porque la corrida de toros tuvo interés desde su inicio hasta el final, con el variado juego de los ‘santacolomas’ de La Quinta y con lo que hicieron los diestros. Pinar, el triunfador, con dos toros de distinto juego, realizó dos faenas firmes, manejando los terrenos y los tiempos y, sobre todo, cimentando su labor en el temple y haciendo honor a lo que reza en su carnet de profesional, matador de toros, dejando sendas estocadas a la primera. Palacios, que entró por la puerta de la sustitución, dejó apuntes de su buen toreo de capa y puso plasticidad y temple en naturales a pies juntos que emocionaron, como lo hizo Garrido con el capote ante el que cerró plaza.

Todos estos ingredientes son los que hacen que se viva una intensa tarde de toros, si faltan, hasta nos acordamos del antitaurino que el viernes saltó a la plaza y hasta un profesional del mundo del toro y buen aficionado llega a preguntarme por qué se publicó su fotografía, que no hay que hablar de ellos. Le dije que, primero, porque es noticia, y segundo, por el mismo motivo por el que hablé de la corrida de Daniel Ruiz, aunque nos cuele dos toretes con las figuras, o de Alcurrucén, aunque nos mande un saldo ganadero. Ese es el problema, que el árbol del antitaurino no nos deja ver el enorme bosque que hay dentro del mundo taurino.Ahí es donde hay que buscar las verdaderas solución. 

La cabeza de pinar. A un torero, para triunfar, lo primero que le tiene que funcionar es la cabeza y Rubén Pinar la tiene muy bien amueblada, porque sabe lo que hay que hacer en cada momento y ante cada toro, que no todos son iguales, y más si es de un encierro como el de La Quinta. Al primero, al que realizó un lucido quite por chicuelinas, con varias medias, la última muy templada, Pinar le ligó los primeros muletazos a media altura, pero templados y siguió otra tanda con la derecha, con un cambio de mano interminable y el de pecho. Pasó al toreo al natural y consiguió que su faena ganase en altura, con muletazos hondos y variado en los remates, tanto con el de pecho como el que le recetó por bajo, mirando al tendido. Volvió a la mano derecha y el toro hizo algún amago de rajarse, pero Pinar le atacó en todas las tandas, dejándole siempre la muleta puesta para que el toro no tuviera otro pensamiento que seguir el engaño que sujetaba la templada muñeca del diestro local. Volvió al natural y cuando el toro se le coló ejecutó varios ayudados por bajo con gusto y que mantuvieron la emoción de su faena en ese pasaje final. Al firme, variado y templado Pinar, que realizó su faena bajo los compases del pasodoble Zorío, del maestro García, sólo le faltaba la rúbrica de la espada y ahí lo tiene claro al ejecutar la suerte suprema, aunque en esta ocasión, recibiendo, la espada le quedó caída y cobró una oreja, ya que la presidenta se mantuvo firme pese a la petición de la segunda.

El segundo de su lote, con el que se desmonteraron Ángel Otero y Víctor Manuel Martínez en banderillas, fue más complicado en la muleta del diestro tobarreño, quien, tras brindar nuevamente al público, salió decidido, pese a que el astado se quedaba corto y sin meter la cara en los primeros compases. Nuevamente, Rubén Pinar pasó al ataque y con mano baja, temple y mando ligó las series, sobre todo por el pitón derecho, en otra intensa e interesante faena que cerró con otra estocada, aunque en esta ocasión necesitó de un descabello para finiquitar al astado. Afloraron los pañuelos y llegó la oreja que le abría su sexta puerta grande consecutiva.

Andrés Palacios, que ya se midió el año pasado al encierro de La Quinta, entró en el cartel sustituyendo a Fortes. El torero de la calle Salamanca, a su primer enemigo le realizó una faena intermitente, pero que fue a más y que tuvo sus mejores pasajes en el toreo al natural, ora cargando la suerte ora dándole el pecho, a pies juntos. Dejó una estocada y fue ovacionado.

Al segundo de su lote lo recibió con lucidas verónicas, ganando pasos y rematando el saludo en los medios. Con la muleta, le faltó continuidad y nuevamente los mejores pasajes llegaron toreando con la mano izquierda, con mucha plasticidad en los que dio, de uno en uno, nuevamente dando el pecho al toro. Estuvo más desafortunado con los aceros y fue ovacionado.

Garrido también dejó buenos momentos con su toreo de capa, tanto en el saludo a su primero como a su segundo, pero sobre todo brilló en el quite al sexto, con dos verónicas y media a cámara lenta. Con la muleta, ligó las series a su buen primer enemigo, pero faltó temple en los momentos cruciales y sobraron enganchones.

También tuvo buena condición su segundo enemigo, pero a la faena del extremeño le faltó hondura,  transmisión y mayor continuidad. Un pinchazo hondo precedió a una estocada y fue ovacionado.