Que se conozca buena parte de la trayectoria de Amalio Fernández en Estados Unidos se lo debemos a Miguel de Zárraga, quien, desde las páginas de ABC, dio cuenta de los éxitos y decepciones del escenógrafo. De Zárraga, por cierto, ocupó diversas responsabilidades en los estudios MGM y Fox, adaptando guiones al español, y en Columbia Pictures, dirigiendo el departamento de publicidad extranjera. Pues bien, el regreso a Nueva York de Amalio era recogido en las páginas del diario ABC el 25 de julio de 1919 por De Zárraga, que lo relató en estos términos: «Nueva York ha recibido (a mitad de junio de aquel año) la vuelta de Amalio con el mayor afecto. Aquí se le quiere y se le admira como a Sorolla, Zuloaga, como a Blasco Ibáñez, como a María Barrientos, como a cuantos españoles llevan sobre su espíritu el arte por corona». 

Tras su nueva estancia en la colosal urbe, Amalio puso rumbo en febrero de 1921 a Cinelandia, como llamaban los castellanoparlantes a la meca del cine. Su objetivo, recuperar su fortuna, hacer dólares y, de paso, cumplir definitivamente con el sueño americano. Fernández era un hombre de su tiempo y, por eso, consciente de la importancia del cinematógrafo, se marchó a Hollywood.