La Audiencia impuso 20 años de cárcel al autor del crimen de Hellín

MARCELO ORTEGA
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La sentencia, que reproduce el veredicto del jurado popular, indica que los antecedentes del asesino de J.F.S.G. revelan su «conducta violenta» y está justificada una pena elevada

Finalmente son 20 años y un día la condena que la SecciónSegunda de la Audiencia Provincial ha dictado para C.M.S., de 52 años, el hellinero que la madrugada del 5 de julio de 2014 mató a golpes a otro hombre con el que se encontraba en el Jardín del Tamborilero. La víctima, J.F.S.G., alias Pancho, se encontraba en total estado de embriaguez, se sentía intimidado por el asesino, y en un momento dado lo insultó, lo que provocó que recibiera una serie de golpes en la cara y la cabeza que resultaron mortales. Unos jóvenes encontraron el cuerpo moribundo de Pancho a las 4,10 de esa noche, en un charco de sangre. Los daños cerebrales fueron irreversibles, y la máquina de respiración asistida que le mantuvo con vida fue desconectada al día siguiente en el Hospital.

La sentencia que ayer daba a conocer el Tribunal Superior de Justicia sigue los argumentos dados por el jurado popular que presidió el juicio a C.M.S., el mismo jurado que lo consideró culpable del asesinato, en base a las pruebas y testimonios. El fallo judicial no es firme, aún admite recurso ante la sala de lo Civil y Penal del TSJ, pero salvo sorpresa C.M.S. tendrá que seguir en prisión por mucho tiempo.

La sentencia opta por 20 años y un día de cárcel, la pena que proponía la Fiscalía y la acusación particular, en representación de la familia del fallecido. Dice la sentencia que establece esta condena por la agravante de reincidencia (C.M.S. ya fue condenado por asesinato, entre otros delitos), y por su «conducta violenta», demostrada en esos antecedentes.

El fallecido no había cumplido los 42 años en el momento de morir, y según la sentencia queda probado que estaba en «malas relaciones» con su asesino. La sentencia subraya también que la víctima había ingerido alcohol hasta el punto de tambalearse y no poder defenderse de los graves golpes (al menos una decena) que recibió de manos del criminal.