El Albacete se somete a sí mismo con sus desaciertos individuales

Cristóbal Guzmán
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El equipo de Luis César mantiene el tipo en la categoría con la estadística en la mano, pero los errores en fases decisivas le han producido una importante sangría de puntos

Rubén Cruz intenta controlar la pelota con la oposición de un defensa del Girona. - Foto: Arturo Pérez

cristóbal guzmán / albacete

El Albacete Balompié se encuentra sumido en una irritante contradicción que le ha impedido arrancar con decisión en el primer quinto de competición, saldado con cinco puntos de 24 en juego.

El conjunto de Luis César vivió el pasado sábado su última decepción en forma de quinta derrota, tercera en casa, pero también la sensación renovada de haber contraído méritos, al menos en la primera mitad, para obtener premio, y más frente a un adversario que dejó muy buena impresión sobre el césped del Carlos Belmonte.

El Alba es el nuevo colista de Segunda División, fenómeno incontestable con la clasificación a la vista, lo que conduciría a la conclusión de que, al menos provisionalmente, es el peor equipo de la categoría, y más con los guarismos de goles a favor (seis) y en contra (14) que acumula.

Dejando a un lado diversas consideraciones siempre aptas para la discusión como la configuración de las alineaciones, los cambios, la disposición del equipo, el desequilibrio en alguna demarcación o las actuaciones arbitrales (los blancos han carecido de fortuna con los trencillas hasta ahora), si nos atenemos a la estadística de las ocho primeras jornadas, el rendimiento del Albacete no parece tan escaso como en ocasiones se apunta, lo que nos encaminaría a explicaciones bastante alejadas de la pasión con la que se buscan cabezas de turco a las primeras de cambio.

Atendiendo, pues, a los datos fríos, se puede llegar a la conclusión de que el Albacete no tira menos a puerta que sus adversarios y mantiene la pelota más en su poder, lo que quizá demuestre una vez más que se puede acometer el objetivo deseado con diferentes modelos de juego.

En estos ocho partidos, el Albacete ha rematado a puerta 85 veces (a más de ocho, pues, por partido), y le han rematado 91. La diferencia es, pues, escasísima.

Ya se comienza a otear la explicación de tanto mal cuando se comprueba que de esos lanzamientos, tan sólo 23 han ido entre los tres palos (un 27%) por 32 los rivales (35%), y han acabado en gol el 26%  por parte blanca (seis tantos) y el 43% de los rivales (14).

Así pues, y aunque estas consideraciones tan sólo representen el reflejo del problema, probablemente se pueda vislumbrar que el Albacete está siendo presa de una escasa efectividad en su capacidad resolutiva, y también en no pocos y desafortunados lances en la parcela defensiva que obran a modo de lastre, y quizá de losa si no se corrigen a tiempo.

Lejos de percibirse como deficiencias a nivel colectivo, estos errores individuales (el pasado domingo Antoñito cometió el último deshaciendo un fuera de juego bien ejecutado) y la bisoñez mostrada en algunos partidos parecen ser la gran rémora que ha producido la sangría de puntos que padecen los blancos, sin que tampoco haya que perder de vista alguna otra faceta que no se ha podido explotar.

Una de ellas son las jugadas a balón parado, y en especial los saques de esquina. El Albacete ha botado 10 más que sus adversarios en estas ocho jornadas, sin resultados a la vista. De hecho, de los seis tantos que lleva a favor, cinco han sido de jugada, y el restante de penalti, aunque también es cierto que los adversarios tampoco le han hecho daño, a excepción del gol del Spórting (córner) o la falta ejecutada por Raúl Tamudo en Sabadell.

Es precisamente el nefasto partido de la Nova Creu Alta (6-1) el que desequilibra de manera notable los datos globales de esta primera fase de la temporada, de hecho es el único en el que el Albacete ofrece una menor posesión de balón que el rival(45% frente al 55%) y una abrumadora desigualdad en efectividad, en la peor actuación de los de Luis César en mucho tiempo.