Las heridas de 'caimanes' y 'pepinillos'

Leticia Ortiz (SPC)
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El periodista Manu Marlasca se estrena en la ficción con 'Tú bailas y yo disparo', una novela de crímenes pero, sobre todo, de policías

Las heridas de ‘caimanes’ y ‘pepinillos’ - Foto: Carlos Ruiz B.k

Como pez en el agua entre crímenes, investigaciones y policías se mueve Manuel Marlasca (Madrid, 1967), un veterano comunicador que lleva más de tres décadas narrando la crónica negra de España, esa parte de la información que sigue enganchando a millones de personas porque, según asegura, «los sucesos nos hablan de nuestra propia vulnerabilidad y por eso es fácil empatizar con las víctimas». Así que el salto desde los libros de true crime (tiene seis publicados, el más reciente Territorio negro) a la novela parecía un paso lógico en su devenir profesional, aunque él reconoce que tuvo sus dudas «por el reverencial respeto que le tengo a la literatura». «Para escribir la novela he hecho el esfuerzo de encerrar al periodista que hay en mí y entender que hago literatura. En el true crime el talento del periodista está en saber narrar una historia que ya existe. Cuando uno hace ficción tiene que construir de la nada», indica. De esa manera, con el periodista encerrado, nació Tú bailas y yo disparo, «una historia policíaca, pero sobre todo una historia de policías». 

«Sé las heridas que les deja la implicación», apunta Marlasca sobre esos agentes a los que en cierta manera homenajea en su novela. Lo cuenta el autor mientras varios uniformados desayunan en la barra del bar Bulevar de Madrid, un lugar presidido por una placa de reconocimiento de la Policía a este establecimiento, conocido como El bombazo «porque en la época más sangrienta de ETA se decía que si ponían aquí una bomba se llevarían a todos los policías por delante». «Este es el bar donde se concentra el mayor número de agentes de Madrid y aparece en la novela, porque llevo viniendo 30 años», recuerda Marlasca antes de reconocer la «eficacia» de la Policía española, y su transformación en estas décadas, que hace que hoy los policías que «fuman tabaco negro» y se guían por su instinto convivan con otros agentes «muy formados y que parecen modelos». «Me interesaba contar cómo los veteranos se encargan de los pequeños (los caimanes enseñan a los pepinillos, según el argot policial). Los conocimientos pasan de una generación a otra», subraya, lamentando que eso ya no ocurra en el periodismo.

Un torso desnudo

La historia de la novela arranca cuando aparece el torso mutilado de una mujer en una fábrica abandonada de Madrid frecuentada por drogadictos. El caso le corresponde al grupo X de la Brigada de Policía Judicial de Madrid en el que Jimmy Valle, Luis Mangas y Paula Vicente, tres agentes de distintas generaciones, tratarán de resolver el crimen haciendo frente, además, a sus propios fantasmas. «He intentado plasmar todas las cicatrices que se les van quedando a lo largo de los años de oficio», señala Marlasca, que ha evitado asimismo caer en una novela plana, sin matices, de héroes y villanos. «Hay gente muy buena con zonas oscuras y que un día tiene un cortocircuito y mata a alguien. Y, por otro lado, hasta el mayor hijo de puta, el peor asesino, tiene alguna debilidad», detalla, antes de recordar que «todos podríamos matar». «Tenemos límites y eso nos frena», señala incidiendo, además, en lo equivocado que resulta la idolatría con la que se envuelve a los criminales en la ficción: «Lo normal es que el asesino sea un patoso que encadena, además, malas decisiones. Se mata muy chapuceramente en el 95 por ciento de los casos. Y en el resto, lo que suele haber es asesinos con suerte». Ni siquiera él, que lleva 30 años entre policías, jueces, abogados y asesinos, ha pensado si podría cometer el crimen perfecto: «Yo aún no he sobrepasado esos límites», apunta sonriendo.