Palacios, Molina y Felipe abren una meritoria puerta grande

Redacción
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Con una noble y floja corrida en Tomelloso, los tres diestros albacetenses tiraron de oficio y saber para cortar dos orejas por coleta, que podrían haber sido más de tener más suerte con la espada

Un lance de Andrés Palacios con la muleta en la corrida de ayer en Tomelloso. - Foto: Mariano

Buena tarde la de los tres toreros de Albacete, en una corrida bien presentada de Martín Lorca, de juego desigual, con la constante de falta de fuerzas y salvo dos casos, no demasiada clase en la embestida, que lo toreros suplieron con oficio, inteligencia, clase y valor.

Una puerta grande conseguida con toreo caro, con un primero que no estaba sobrado de casta, faltándole un tranco y con poca entrega, aunque noble, ese toro medio con el que Palacios anduvo muy torero, templado y con clase, agregándole suavidad y consiguiendo una faena con compostura, poniendo de su parte lo que el toro no tenía.

El cuarto de la tarde sacó un gran fondo, dejando a Palacios expresarse, pero no con una faena de detalles, sino compacta, destacando el toreo en redondo, con el toro entregado, temple, ligazón y mucha clase, en la embestida del toro y en el torero. Le cortó una oreja a cada toro y salió en hombros de la plaza.

Dos orejas le cortó Molina al quinto de la tarde y alguna otra que perdió con la espada en su primero. El que hizo segundo tenía el viaje corto, y la faena la resolvió en los terrenos apropiados y en la distancia correcta, con el ingrediente del temple y el valor, ya que se colocó en terrenos de compromiso, en ocasiones, propios del toro, resolviendo la papeleta con solvencia.

El quinto tuvo la virtud de la repetición en la primera parte de la faena, aunque le faltó clase en la embestida, resuelto a la perfección de nuevo con firmeza, valor y mucho pulso, ya que el animal no andaba sobrado de fuerza y la suavidad le permitía que no claudicara. 

Una oreja de cada toro le permitió a Sergio Felipe acompañar a sus compañeros y paisanos en la salida en hombros. No es habitual que un torero, en su segunda corrida de toros, ya que tomó la alternativa el pasado Domingo de Resurrección, ande por la plaza con ese aplomo y toreo pausado, adornado todo ello con valor y temple. Al primero de su lote, escaso de casta, le cuajó una faena con suavidad, valor e inteligencia, destacando los naturales de uno en uno, llenos de ajuste, como sus dos trasteos. El que cerró plaza, tenía buena condición pero nula fuerza, o algún problema añadido, porque apenas aguantaba dos muletazos sin derrumbarse. Con ajuste y temple, además de no obligarle, lo pudo mantener en pie, con un arrimón final sin trampa, jugándose los muslos.