Y el mar les llevó al sur, camino de Albacete

E.F
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La visión del Mediterráneo y el cariño de los manchegos aliviaron un poco el agotamiento de los viajeros llegados desde la frontera entre Ucrania y Polonia

Un niño mira por primera vez el mar en su viaje desde Ucrania a Albacete. - Foto: Rubén Serrallé

En lengua ucraniana, 'mar' se dice 'mópe'. Y eso fue lo que los niños y más de un adulto dijeron ayer con asombro cuando el bus que los llevaba ayer hasta Albacete estaba a la altura del Delta del Ebro, en Tarragona. Desde el oeste de Ucrania, tierra adentro, el mar es algo que se ve en la televisión o en internet y nadie había preparado a los expedicionarios para la bienvenida que les dieron la luz y el olor del padre Mediterráneo.

Habían salido a las 11,30 horas de la ciudad hermana de Vienne, que les despidió como les había recibido, con los brazos abiertos. Como una promesa de reencuentro, el Ayuntamiento tuvo la idea de entregarles a todos una pequeña guía de la localidad y varios de ellos de ellos se lo tomaron tan en serio que le pidieron al señor alcalde, 'Monsieur le maire', que les firmase sus respectivos ejemplares para tener un recuerdo de su hospitalidad.

El viaje hasta la frontera española fue rápido y sin incidentes. Todos intentaban dormir, mientras pasaban los kilómetros y los peajes que, por cierto, son gratuitos para estos convoyes de la solidaridad con el pueblo ucranio. La primera escala fue en Barcelona, se bajó una madre con dos hijos, a quienes recogieron unos parientes en un vehículo con matrícula ucraniana. Luego de un tirón hasta Lérida, donde la expedición se dividió.

«Unos iban a Madrid, otros a Albacete», recuerda nuestro compañero Rubén Serrallé, «y fue en este último tramo cuando nos soltamos a hablar unos con otros en una mezcla de español, ucraniano, inglés y mímica. Ya se veía que estábamos en España, ya habíamos cogido confianza, todos nos empezamos a relajar y entonces fue cuando llegamos al Delta del Ebro, al sur de Tarragona y vieron el mar, algo que muchos de ellos no se esperaban».

De entre todos los que se quedaron con la mirada fija puesta en el mar, había uno que no solo estaba asombrado por las aguas, sino también por algo que le fascinaba tanto o más que la inmensidad del agua salada: las palmeras, muy frecuentes en las localidades de la zona del Delta, pero absolutamente desconocidas en la Ucrania interior. Sabía que existían, y justo por eso tenía un especial interés, le hizo una gran ilusión verlas.

Bajaron hacia el sur por la autovía que sigue la costa, antes de adentrarse en el interior y entrar en la provincia de Albacete por Almansa, donde hicieron una nueva escala para dejar viajeros. Tras ello, para llegar a Carcelén solo quedaban unos 30 kilómetros, donde les aguardaba una bienvenida de las que hacen época, con cerca de un centenar de vecinos que les aguardaban a todos, pero en especial a uno, el joven aspirante a músico que venía de Ucrania aferrado a su trompeta.

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