Elche de la Sierra: Una crónica con serrín de colores

Ana Martínez
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El sector Servicios predomina con diferencia en Elche de la Sierra, que al ocupar el centro de la Sierra del Segura recibe miles de turistas cada año.

José García, Beatriz Pérez y Manuel Ruiz, pasean por una de las calles más bonitas de Elche de la Sierra. - Foto: Rubén Serrallé

Elche de la Sierra es una población de Servicios. Cabecera de la comarca de la Sierra del Segura, alrededor de su término municipal se encuentran la mayoría de municipios serranos, de manera que es paso obligado, cruce de caminos, donde muchos visitantes y turistas hacen parada para disfrutar de su gastronomía y de sus tiendas de alimentación.

Pero si tradiciones por las que Elche de la Sierra suena en otros ámbitos geográficos es por sus alfombras y sus encierros taurinos. La primera, fiesta declarada de interés turístico nacional, la única con este reconocimiento de la Sierra del Segura, se celebra el fin de semana posterior al jueves festivo del Corpus Christi, e implica a la gran mayoría de sus habitantes, mayoritariamente jóvenes, que durante toda la noche del sábado elaboran complejas alfombras con serrín de colores, por las que el domingo discurre la procesión.

La segunda permite que Elche de la Sierra sea conocida como Cuna de los Encierros, especialmente por su histórica tradición taurina y por ser la primera localidad de la provincia que abre el ciclo de encierros, el 3 de febrero, a propósito de la celebración de las fiestas de San Blas, patrono del municipio. Una costumbre, la de correr delante de las reses, que este pueblo intensifica en sus fiestas mayores de septiembre, en honor de la Virgen de los Dolores y el Cristo de la Consolación, cuando tienen lugar hasta cinco encierros de novillos entre el 15 y el 19 de septiembre, actividad con la que consigue cuadruplicar su población.

Hasta la plaza de Ramón y Cajal, mucho más conocida como plaza del Ayuntamiento, llegan las reses en septiembre. Allí se encuentra la Casa Consistorial con todos los servicios públicos propios de una localidad de 3.557 habitantes a 1 de enero de 2021. Beatriz Pérez tiene 52 años, es elcheña de nacimiento y trabaja como agente juvenil. La acompañan José García Escudero, de 64 años, también elcheño y fontanero jubilado, que ha residido durante 47 años en Valencia, capital a la que tuvo que emigrar por falta de oportunidades laborales en su pueblo natal. Sin embargo, «nunca rompí lazos con mi tierra, venía siempre que podía, porque Elche de la Sierra es calidad de vida y tenía muy claro que, una vez jubilado, regresaría».

Algo similar a lo que le pasó a su primo Manuel Ruiz Escudero, albañil de 62 años que se encuentra en paro porque, según sostiene, ha entrado en una edad muy complicada para ser contratado en el mercado laboral, a pesar de la experiencia acumulada.

Para estos tres elcheños, una de las principales joyas del municipio es su casco antiguo, la zona de los altos. Su pena es que se encuentra completamente vacía, muy pocos vecinos, y además de avanzada edad, han logrado sucumbir a la búsqueda de una cotidianidad más cómoda y accesible en la parte baja y llana de la localidad: «La gente se fue desplazando poco a poco a la parte baja y al extrarradio, porque esta zona tiene muchos problemas de accesibilidad y no entran los coches».

Es el barrio de la infancia de Beatriz, de José y de Manuel, por el que sienten un cariño muy especial y una tristeza grande al encontrarse vacío y abandonado, a pesar de que la mayoría de las viviendas están en venta, se encuentra en buen estado y tienen buenos precios. «Solo en el casco viejo había 7.000 vecinos en los años 50, década en la que se produjo el éxodo de elcheños hacia el Levante», recuerda Manuel.

De forma paralela, la población se fue desplazando hacia la parte baja donde los oriundos apostaron fuertemente por el sector Servicios, un sector que ha ido creciendo gracias a la ubicación geográfica de Elche de la Sierra que, además de cabecera de comarca, se encuentra en el epicentro de la Sierra del Segura, por lo que prácticamente es paso obligado de los amantes del turismo rural: «Tenemos supermercados muy grandes para los vecinos que somos, porque muchísima gente que viene a la sierra para aquí, compra y sigue camino», dice José.

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