Ángel Villarino

RATAS DE DOS PATAS

Ángel Villarino


Colegio Mayor

08/10/2022

Pasé cuatro años en uno de esos colegios mayores de Ciudad Universitaria. Era el más barato, el de las habitaciones más pequeñas, pero también el más famoso. El edificio del San Juan Evangelista, el Johnny, se proyectó para albergar un experimento de socialización donde hubiese muchos espacios comunes y pocos sitios en los que esconderse. Se convirtió en un lugar legendario por su actividad política durante la Transición y, después, por su Club de Jazz y Flamenco.
Cuando yo llegué no había apenas normas. Los estudiantes gestionábamos por nuestra cuenta todas las actividades culturales y casi todas las normas convivencia, con un sistema de becas laborales para quienes asumían más responsabilidad. En una suerte de asamblea, se discutían incluso propuestas legislativas. Una de las cosas en las que recuerdo haber trabajado fue en un 'protocolo de botellones' que regulase el derecho al estudio y al descanso, pero también a la juerga.
Las novatadas duraban unas semanas y se hacían sin convicción. Si algún motivado se excedía, se le amenazaba con expulsarlo. En mi tercer año se hizo mixto, entraron las primeras chicas, y los tribalismos desaparecieron casi por completo.
Con los estudiantes de los colegios católicos del otro lado de la calle, por ejemplo con los del Elías Ahúja, no teníamos mucha relación. Solo recuerdo que en el Campus circulaban historias sobre las novatadas crueles que allí se hacían y que aquello le parecía mal a todo el mundo.
Muy de vez en cuando había gritos de un lado al otro de la calle. Ellos nos llamaban guarros y muertos de hambre, y nos amenazaban con fusilarnos «como a vuestros abuelos». Nosotros les respondíamos que eran unos fachas y unos pajeros, y que íbamos a quemarlos en una pira de curas. Era una rutina tonta a la que nunca dediqué más de dos minutos de mi tiempo.
Sigo teniendo muchos amigos de aquellos años y hemos comentado la polémica por la que he acabado escribiendo de esto. Solo coincidimos todos en una cosa: el debate público de este país se ha convertido en un estercolero.