Eloy M. Cebrián

Eloy M. Cebrián


Dalí y las moscas

06/08/2021

Aunque difuminadas por la neblina de los años, recuerdo unas declaraciones de Salvador Dalí acerca de una prueba ciclista (creo que era la Vuelta a España). El pintor decía sentir un gran placer mientras veía a aquellos desgraciados matarse a pedalear mientras él permanecía sentado cómodamente en su sillón. Su bienestar era tan grande que se le abría la boca y se le escapaba la baba, momento que las moscas aprovechaban para depositar sus huevos en la comisura de los labios del insigne artista, lo que le había provocado una infección. Si Dalí estuviera vivo durante estos días, no habría moscas suficientes en todo Cadaqués para desovar en su boca, porque las retransmisiones deportivas son tan abundantes que al día le faltan horas para cubrirlas todas. A mí no me gusta el deporte, pero experimento también cierto regocijo mirando a ratos los Juegos Olímpicos. Y no porque, como Dalí, sienta un placer malsano viendo sudar a los deportistas desde mi sofá, con el aire acondicionado a todo trapo. Lo que experimento es más bien admiración por la diversidad de la especie humana, que produce especímenes como Pau Gasol y Ana Peleteiro, con sus brincos y su vitalidad desaforada, y a la vez individuos como un servidor, que empieza a tener dificultades para ponerse los calzoncillos por las mañanas. Ahora creo que ya se me ha hecho tarde para remediar mi falta de agilidad y de aptitudes físicas, lo que tal vez me obligue a dejar de usar calzoncillos. Sin embargo, he decidido que en mi próxima reencarnación voy a ser deportista olímpico para comprobar lo que se siente en posesión de un cuerpo atlético y saltarín. Aunque puede que me reencarne en una mosca como las de Dalí, porque el karma no perdona y el mío debe de estar muy chungo, al menos en lo deportivo.