Editorial

Crece la presión sobre Boris Johnson tras la investigación

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El primer ministro británico, Boris Johnson, sigue contra las cuerdas tras el demoledor informe que ha emitido la alta funcionaria Sue Gray a raíz de la investigación de lo que ya se conoce como 'Partygate'. Los excesos que se han venido sucediendo en el entorno de Downing Street desde los momentos más complicados de la pandemia hasta abril del pasado 2021 no le van a salir gratis a Johnson. El escándalo de las fiestas durante el confinamiento, mientras los británicos no podían despedirse de sus seres queridos, ha cogido envergadura. A pesar de todo, el 'premier' británico mantiene su intención de continuar en el puesto tomando las decisiones que sean necesarias y acometiendo la remodelación de su actual equipo de Gobierno para hacer frente a la crisis más compleja a la que se ha enfrentado.

Sin embargo, la sociedad británica, muy irritada, y las filas conservadoras a las que pertenece Johnson, a pesar de que los ánimos se han calmado relativamente los últimos días, siguen estrechando el cerco al primer ministro. Está intentado Johnson, tirando de manual, tratando de desviar la atención hacia otros asuntos, pero el malestar es tan grande que habrá que ver si son suficientes los esfuerzos del líder de los conservadores para reconducir el malestar.

En otras circunstancias podría tener más efecto el anuncio de leyes para desarrollar nuevas oportunidades tras el Brexit, de cuya entrada en vigor se han cumplido dos años, o una mano dura contra Rusia por la crisis de Ucrania, o la eliminación de restricciones o imperativos en el contexto de la pandemia... Posibilidades todas que maneja el primer ministro para apaciguar el 'Partygate' y reconducir su estabilidad, confianza y popularidad, desplomadas según indican las últimas encuestas. 

Europa quizás mire con expectación la situación que ha surgido al otro lado del Canal de la Mancha, deseando un interlocutor menos fanfarrón una vez que se supere esta crisis, pero no es buena noticia para el continente este escenario, pues una de las democracias más sólidas, como la anglosajona, y una de las economías más poderosas del mundo está padeciendo una crisis institucional y de confianza que, más en estos tiempos, no se sabe hasta dónde puede arrastrar. Habrá que seguir con mucha atención los próximos pasos, pero es cierto que la sociedad británica no consiente mentiras y ha sido despiadada con aquellos que se han aferrado a ellas, como ha hecho Boris Johnson durante esta crisis, negando evidencias que se están demostrando. No puede el primer ministro británico negar que se utilizaran las dependencias de la residencia para organizar fiestas y consumir bebidas alcohólicas durante los peores meses de la pandemia, lo que constituye en sí mismo un escándalo de gran dimensión. Ante este cerco, quizás a Johnson sólo le queda dimitir antes de ser cesado por los suyos.