Editorial

China no es creíble y las medidas contra 'su' covid deben ser radicales

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Otra vez China, otra vez la covid y otra vez los mismos errores. Resulta tremendamente llamativa la reacción que están teniendo los gobiernos europeos, el español entre ellos, ante la evidencia de que la dictadura asiática ha mentido sistemáticamente desde los albores de la crisis sanitaria que metió al mundo en la mayor emergencia epidemiológica en un siglo. China es una sociedad dictatorial, hermética y abiertamente enfrentada a los intereses de Occidente. Somete a sus ciudadanos a condiciones animales de vida, cuando no al más absoluto abandono, con tal de tratar de parar lo imparable, y todo lo hace mientras resulta palmario que su vacuna es un fraude, un placebo que no tiene una eficacia real, motivo por el que no está aceptada en Europa.

El índice de vacunación con formulaciones que sí se han demostrado muy eficaces es alto en España y en el mundo desarrollado en general, por eso la OMS previó declarar el fin de la pandemia de covid a lo largo de este año, probablemente en verano. Pero ha regresado el otoño a China y ha sucedido lo previsible: que todas sus mentiras quedan al descubierto y que se han extendido millones de casos que constituyen un ambiente perfecto para la aparición de nuevas variantes que aminoren la protección que brindan las vacunas de verdad, no las chinas. China vuelve a ser un peligro para el mundo.

Mientras, la Unión Europea decide mantenerse alerta, pero no decreta medidas contundentes. El Ejecutivo español, por su parte, regresa al guion que tan nefastos resultados dio en el primer año de pandemia. Primero da una rueda de prensa para decir lo que va a hacer y después convoca a las comunidades autónomas para escucharlas. Primero la televisión, después la cogobernanza. Mal camino.

La ministra de Sanidad, Carolina Darias, explicó a primera hora de ayer que se exigirá a los viajeros provenientes de China la pauta completa de una vacuna homologada o un test negativo, mientras que la comunidad de Madrid, que tiene en el aeropuerto Adolfo Suárez-Barajas la mayor puerta de entrada de ciudadanos extranjeros a suelo español, pide que se exija el test negativo a todos para evitar engaños con las vacunas o contagios de personas que, aún estando protegidas, sí pueden ser un vector de la enfermedad. Madrid sí parece tener aprendida la lección. El Gobierno de España y de la UE, no. Ante la amenaza de la aparición de nuevas variantes, la defensa es secuenciarlas lo antes posible para adaptar las vacunas 'occidentales', pero el obstáculo vuelve a ser la credibilidad de una dictadura que no facilita información y que tiene a sus ciudadanos muriendo en masa por una cuestión de orgullo patrio. Todo muy fiable.