La pasada semana fue de contrastes para el novillero albacetense José Fernando Molina, ya que el martes perdió a su madre y el sábado intervino en el Festival del Cotolengo, donde destacó con una faena llena de temple, y buen toreo, todo ello condimentado con los sentimientos a flor de piel, ya que el público estuvo especialmente cariñoso antes de la salida del novillo y el brindis al cielo, rodilla en tierra, estuvo cargado de sentimiento, que le empujó para cuajar una de las faenas de la tarde. El propio Molina ha charlado con La Tribuna de Albacete para contar lo que sintió la pasada tarde del sábado.

«Fue un día muy emocionante, pero no sólo ese día, sino los días anteriores. Hay momentos de todo, ratos que estás destrozado y otros en que piensas que la única opción que te queda, si no quieres quedarte ahí hundido, es tirar hacia delante. Llevaba muchas cosas dentro e intenté que en mi interior, aunque ella no pudiese verme, darle el homenaje que se merecía, no solo porque supiera que lo que yo mas amo es torear, sino porque desde que me anunciaron en el festival, ella estaba muy pendiente e informada del novillo que iba a torear, que le gustaba, del vestido que me hice, en fin, ella sabía todo lo que llevaba planeado para el festival y no me podía quedar hundido, así que lo que tocaba era hacer el esfuerzo y ella me ayudó desde arriba, salió todo bien y el novillo ayudó. Yo la verdad es que me entregué, con muchos defectos y alguna virtud y me mostré en la plaza tal y como soy, no anímicamente sino profesionalmente», dice José Fernando Molina.

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