Antonio García

Antonio García


Los quioscos

07/11/2022

El Ayuntamiento ha procedido a quitar de nuestro paisaje urbano los ocho quioscos que desde hace un par de años estaban cerrados y suponían un obstáculo en la vía pública. Solo quedan dos quioscos activos, que yo sepa, en la plaza de Gabriel Lodares y en la Plaza Mayor, una exigua representación de lo que en otro tiempo era una presencia constante en las calles: el dispensario de prensa, chuches y en algún caso de cigarrillos, vendidos por unidades a los más resabiados del barrio. El quiosco ha seguido el mismo proceso lento de exterminio que las cabinas. Un habitáculo en principio de madera y luego encristalado, que se fue adaptando a las demandas consumistas del cliente: mermada la influencia de la prensa, su primera razón de existir, se tornó en zoco de muy variados productos, coleccionables, libros, enciclopedias, películas, grandes exposiciones embaladas en cartón que se comían parte de la acera. Por razones de proximidad, yo me surtía en mi adolescencia de chuches y ocasionales revistas en el quiosco de La Fuente, que era además ineludible parada para mirar portadas porno. También frecuenté, y mucho, el quiosco de Manolo, en el Altozano, y últimamente el de Gabriel Lodares, donde me hago con la prensa sabatina, otro producto en vías de extinción. No hace mucho que Concha Vázquez catalogó las librerías de la pequeña provincia, y sería de agradecer que alguien, con el mismo empeño ilustrado, la emprendiera con los quioscos, emporios más modestos pero de no menor importancia en la divulgación de la cultura popular, la que mezcla la novela de trueque con las pipas, los cromos con el paliduz, los fascículos con los sobres sorpresa de Montaplex.