Paco Mora

Paco Mora


Inútiles jerigonzas gramaticales

08/10/2022

Dicen en mi pueblo que «hablar bien no cuesta un pijo y se queda uno cojonudamente». Son dichos populares elaborados con esparto picado y que solo demuestran que vulgarizar el idioma está al alcance de  cualquiera. No en balde Albacete es conocido como «la tierra del pijo». Para apostillar hay otro «dicío» que reza así: «Y si no digo pijo, ¿qué pijo quieres que diga, pijo?».
Que nadie se rasgue las vestiduras a la vista de tales travesuras idiomáticas, pues basta echar mano de clásicos como El Quijote o El sí de las niñas para percatarse del escaso empacho con que se manejaba el idioma en la Edad de Oro de la literatura española. Lo de «homosexual», «invertido», o «mariquita» son expresiones idiomáticas que vinieron mucho después de Cervantes y El Arcipreste de Hita. El «vaya usted a hacer puñetas» es muy posterior al «que le den por retambufa», y a la vista del estilo lingüístico del Lazarillo de Tormes, por ejemplo, es una jerigonza gramatical que no escandaliza a nadie.
Incluso en el Parlamento se practica un retorcimiento lingüístico digno de mejor causa, para defender el derecho de hombres y mujeres a escoger su sexo. De acuerdo que, afortunadamente, ya no se quema en la hoguera a nadie a causa de sus tendencias sexuales, pero de eso a retorcer el lenguaje como se hace, va un abismo en el camino de convertir el idioma castellano en un jeroglífico que raya con lo incomprensible. 
Llamemos a las cosas por su nombre y que cada cual haga con su cuerpo lo que le rote. Porque hay momentos que, con tanta jerigonza verbal, uno acaba echando de menos que se le llame al pan, pan y al vino, vino. Que al fin y a la postre cada cual gasta de lo suyo.