Editorial

La política se salta los márgenes de la dignidad intelectual

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El manoseo político en el nombramiento de los órganos de gobierno de los jueces, hecho del que se ha venido debatiendo en los últimos meses a cuenta de la imposible renovación del CGPJ por las discrepancias entre los dos partidos mayoritarios, no es el único problema de España, pero sí se ve particularmente agravado cuando no se respetan los poderes que no se manejan a capricho de unos y otros, y no es casual que el blanco de todas las miserias sea el Poder Judicial. A saber, el que puede comprometer la labor política para evitar que la inmunidad -apuntalada o no por un Código Penal reformado a la carta- y el autoritarismo se extiendan como un tumor maligno.

En los últimos días, los jueces -tomados así, como un todo sin matiz o distinción- han sido tildados de fachas, misóginos, machistas y fascistas, en el último caso por el portavoz parlamentario de una de las fuerzas políticas nucleares para la investidura de Pedro Sánchez y su mantenimiento en el poder, Gabriel Rufián. El vocero de la fuerza republicana y secesionista catalana con la que el Ejecutivo lo está pactando todo, ERC, se jactaba en la madrugada del viernes desde la tribuna del Congreso de haber hecho capitular al Gobierno para iniciar la derogación del delito de sedición. Una grave enfermedad se ha apropiado de la política española cuando el Parlamento deviene en un púlpito desde el que se escupe sobre todos los pilares de la democracia, así sea la Jefatura del Estado o un poder independiente; sobre los más mínimos principios de convivencia y sobre los márgenes de la dignidad intelectual. Hace meses que del Parlamento solo emana odio, así se destile para mancillar a los jueces o para descalificar sin límite a las personas que forman en el Ejecutivo o la oposición. 

Mientras, los problemas persisten o se agudizan. Cuando el argumento se saca de las vísceras, las soluciones, necesariamente corales en una democracia consolidada, se alejan de la realidad. El viernes se celebró el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia Hacia las Mujeres, una lacra que no cesa pese a que hace años que está en los titulares y ha salido de la zona de sombra en la que fue subsumida por una sociedad pacata y gris sometida a la lógica anacrónica de un país sin libertades. Las vías de agua de la manida Ley del 'solo sí es sí' han acaparado la greña política y servido como argumento para incidir en más odio, en más insultos y en más degradación moral. La Ley es imperfecta y lo están aprovechando los violadores, una especie abyecta y peligrosa que seguirá proliferando mientras los esfuerzos se concentren en matar al adversario político en lugar de en construir una cultura de igualdad real y disponer todos los medios para blindarla, incluyendo leyes fiables. No parece esa la prioridad.