Albacete: La genética del Llano

Ana Martínez
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Desde el 1 de noviembre de 2020 y de forma ininterrumpida, con pandemia y Filomena incluida, 'La Tribuna de Albacete' ha venido publicando cada domingo un reportaje dedicado a un pueblo de la provincia, serie que termina hoy con la capital

Amparo Villar de Saz y Carmen Guerrero pasean por la calle del Tinte, junto al Pasaje de Lodares. - Foto: Arturo Pérez

En sus versos dedicados a la ciudad por el progreso experimentado en el siglo XIX y XX, José Martínez Ruiz, más conocido como Azorín, bautizó Albacete como El Nueva York de La Mancha. Seguramente sin mala intención, pero con unas consecuencias terribles para el patrimonio histórico-artístico que fue enterrado y desescombrado durante todo el siglo pasado en busca del progreso y la modernidad.

A base de pico y pala, Albacete logró convertirse en una de las ciudades más contemporáneas de su entorno, pero perdió un casco histórico imposible de recuperar, aunque bien es cierto que todavía mantiene la esencia vetusta en algunos de sus edificios. «Yo creo que con lo del Nueva York de la Mancha nos vinimos demasiado arriba y perjudicó el patrimonio arquitectónico», sostiene Carmen Guerrero, una de las primeras policías locales de la ciudad y posterior maestra, gran conocedora del transcurrir de la capital desde la década de los 60, al igual que le ocurre a Amparo Villar de Saz Nieves, vicepresidenta de la Federación de Asociaciones de Vecinos (FAVA), que aunque nació en Minaya, en su juventud se desplazó a Albacete para estudiar Magisterio y aquí estableció su vida, ha formado una familia, ha creado sus amistades y ha dado su alma.

Ambas realizan un recorrido por los principales hitos de una ciudad mediana como Albacete, la más grande y poblada de Castilla-La Mancha, una ciudad «acogedora, bonita y muy humana», dice Amparo, que observa que en las últimas décadas «se ha modernizado mucho» y asegura que, en su caso particular, «no la cambiaría por ninguna otra gran capital», porque «Albacete es cómoda y muy agradable para vivir».

Carmen nació en una aldea de Pozuelo, pero en Albacete se ha desarrollado como persona y como profesional. «Siempre que viajo me encanta volver, cuando salgo de la estación siento que estoy en mi casa». Es ciclista urbana cien por cien y por ello está sobradamente capacitada para afirmar con rotundidad que es una ciudad «idónea» para impulsar la movilidad en bicicleta. «Albacete es una maravilla, es una ciudad amable, confortable, con mucha chispa, mucha historia...», destaca esta actriz vinculada durante décadas al grupo Danzas Magisterio, que pone en valor ese dicho de «a Albacete llegas llorando y te vas llorando». No ni ná.

La capital albacetense cuenta con varios bienes de interés patrimonial, cuatro de ellos localizados en las calles Marqués de Molins y Tesifonte Gallego, la calle Ancha para los albaceteños, donde se encuentra el chalet de Fontecha y las casas de Juan López, Cabot y Julia Gómez Alfaro, todas ellas protegidas porque conservan el estilo modernista del primer cuarto del siglo XX. Junto a ellas, pero ya en la plaza del Altozano, se ubica el Gran Hotel, un edificio también modernista que alterna en su fachada estilos renacentista, gótico, plateresco y barroco. Es el lugar favorito de Carmen Guerrero, pues guarda un gran recuerdo del cine Gran Hotel, en cuya pantalla se estrenó en 1990 la película de José Luis Cuerda, Amanece que no es poco, en la que ella misma interpreta a «una madre manchega muy exagerada».

Una apuesta de 'La Tribuna de Albacete' contra la despoblación. Desde el 1 de noviembre de 2020 y de forma ininterrumpida, con pandemia y Filomena incluida, La Tribuna de Albacete ha venido publicando cada domingo un reportaje dedicado a un pueblo de la provincia. Comenzó con las localidades de menos de 500 habitantes, continuó con las que tienen entre 501 y 1.000 vecinos y finalizó con las más pobladas hasta llegar hoy a la capital. En total, 87 municipios con sus respectivos vecinos que han podido presumir de su pueblo para combatir la despoblación.

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