Elena Serrallé

Elena Serrallé


Hola, ¿qué tal?

23/06/2021

Buceando por la red leo que al músico estadounidense Joel Cohen se le ocurrió la genial idea de que los grupos musicales tocaran en las calles durante los dos solsticios que hay al año, el primero el 21 de junio y el segundo el mismo día de diciembre. Al parecer ese fue el origen de que con la llegada del verano se rinda homenaje a la música.
Está por todas partes, en las emisoras de radio, en los discos de vinilo, en los cumpleaños, en las bodas, en cualquier evento que se precie, en las fiestas más solemnes, en el preámbulo del sueño de un bebé, en la publicidad, en las ceremonias, en las verbenas de los pueblos, en los desfiles militares, en el folklore, en las películas, en el teatro, en las misas, en Navidad, en todo tipo de espectáculos, en las victorias deportivas, en el himno de tu patria... hasta los entierros se acompañan de una marcha fúnebre musical.
Capaces de arañar las emociones más profundas, las notas musicales son caricias para el corazón. Una melodía es capaz de elevarte a las estrellas y de romperte en mil pedazos, de erizarte la piel, de subir el ánimo, de provocar lágrimas tristes, de hacerte volar, de inundar de nostalgia cada poro de tu piel, de anudar la garganta, de hacer que cierres los ojos y mires con el alma, de invitarte a saltar, gritar, bailar....en definitiva, somos marionetas en manos de la música.
Todos tenemos una canción que representa la banda sonora de nuestra vida, la mía ya la conocéis, la utilicé para bautizar mi columna, ¿cuál es la vuestra?

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