El Albacete Balompié completará el próximo lunes su tercer partido consecutivo liguero a las 21 horas. El primero fue en Huesca, el segundo en casa y el tercero será en el Principado de Andorra, todos ellos con el denominador común de celebrarse, en pleno invierno, en tres sitios donde las noches son más que frías, un condicionante que no ayuda a animar a los aficionados y público en general a asistir a los estadios.
Antes del partido ante el Leganés, en el Carlos Belmonte, el pasado lunes, el bueno de Rubén Albés, entrenador del Albacete, hizo un buen intento por conseguir la afluencia de espectadores al estadio, diciendo que era un buen día para recoger a los niños de las actividades extraescolares, hacerles un bocata y llevarles a ver el partido de fútbol. Buena voluntad, pero el lunes estábamos en pleno temporal, con temperaturas muy bajas y sensación térmica todavía más fría, por lo que si algún padre tuvo la osadía de ir al fútbol con su hijo es para llevarlo al juzgado de guardia.
Aún así, hubo casi 5.000 personas en las gradas, que no está mal con la que estaba cayendo, pero más por la buena marcha del equipo en la competición que por la invitación del míster, que sabe que no puede quejarse de forma airada de los horarios.
¿Por qué? Porque poderoso caballero es don dinero. El Albacete, en Primera RFEF, cobró en torno a medio millón de euros por los derechos de televisión y en la Liga Smartbank ronda los seis millones de euros y, como quien paga, manda, a los clubes no les toca otra que agachar las orejas y jugar a la hora que le impongan. Como si en junio fijan un partido a las 14 horas.
Eso sí, pagan y mandan, pero tienen muy poco tacto.