La escritora albacetense Camino Vázquez presenta su nuevo libro, Con la vida en la boca, una obra donde la joven se muestra tal cual es. Una voz poética con mucha fuerza que continúa ahora la senda de su primer trabajo, Sincericidio. La autora comentó a La Tribuna de Albacete las singularidades de esta obra.

Un nuevo poemario...

Así es, se llama Con la vida en la boca y ha salido con la editorial madrileña que se llama Atara, que fundó César Ortiz, muy conocido en el mundo de la poesía. Es de agradecer que esté apostando por escritores jóvenes y la verdad es que estoy muy contenta.

Su primer libro fue el poemario Sincericidio.

Sí, lo sacamos con Ringo Rango, una experiencia que fue también muy bien, pero en el segundo hemos cambiado. 

¿Hay muchas diferencias de estilo?

Personalmente pienso que sí, se nota el desarrollo, cómo una persona va progresando, ya que han pasado dos años entre uno y otro. Luego, también la intensidad y longitud de los poemas es muy diferente en comparación con el primero. 

¿Cómo es su poesía?

Ante todo, me abro en canal cuando escribo, no soy una persona que censure nada. Hay una cosa que siento y plasmo de una manera determinada, independientemente de lo que eso pueda conllevar, lo que pueda pensar alguien al leerla. No soy de censurar porque pueda interpretarse de una manera u otra, porque lo que me gusta es que cada uno pueda verlo según su experiencia y su forma de entender la vida, a su manera. No so y una persona que al escribir se cohíba, al contrario, saco lo que llevo sin limitarlo.

¿Una poesía al alcance de todo el mundo?

Mi forma de escribir creo que  es muy nostálgica, tiende a la melancolía. Es verdad que suelo usar la metáfora y hacer comparaciones, por ejemplo, con el clima, con estaciones del año o con una habitación en la que, de repente, se puede poner a llover cuando me siento triste. Es cierto que suelo escribir más sobre las emociones más negativas que viven en nosotros porque, al final, también es la forma de gestionarlas. Esta claro que no nos enseñan cómo tenemos que gestionar una decepción, un desengaño o la tristeza. Son emociones que vamos conociendo cuando crecemos y tampoco tenemos excesivas herramientas. 

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