La 'marea blanca' grita basta ya

Lourdes Velasco (EFE)
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La situación de los médicos en España es insostenible para los facultativos, que defienden que no pueden cubrir todas sus tareas ante el defectuoso funcionamiento del sistema y la escasez de personal

La ‘marea blanca’ grita basta ya - Foto: Imagen de Freepik

Frustración, ansiedad e impotencia por no poder prestar un mejor servicio a sus pacientes son algunos de los sentimientos comunes a los sanitarios madrileños y de otras partes de España que han visto cómo se han deteriorado con la pandemia sus condiciones laborales, ya de por sí deficitarias. 

Llueve sobre mojado. El Sistema Nacional de Salud acumula un déficit crónico de presupuesto que se traduce en días de demora para conseguir citas, listas de espera interminables, urgencias hospitalarias colapsadas y un malestar común en los profesionales. 

Cinco sanitarios de distintas especialidades hablan aquí sobre la situación que soportan en sus centros de trabajo.

Enfermera de Urgencias hospitalarias, lleva 23 años trabajando y nunca había visto una situación tan límite en la sanidad pública como la de ahora.

«Nos están pisoteando la vocación», se queja esta trabajadora del Severo Ochoa que llega casi todos los días a casa desanimada, desbordada y pensando que no ha podido atender a los pacientes con el esmero que se merecen.

Muchos de ellos acuden al hospital ante la falta de citas en Atención Primaria y la precariedad en los servicios de urgencias extrahospitalarias. «Vienen porque les han dado cita para dentro de una semana para su médico. Se quejan y yo lo entiendo. ¿Pero con quién descargan? Pues con el personal al que tienen más a mano», lamenta.

Y ante esa sobrecarga, Elena se siente desmotivada: «La vocación va siempre por delante, pero llega un momento en el que sientes que lo has dado todo, que te has dejado la piel, que algunos se han dejado la vida y en vez de cuidarnos lo único que hacen es pisotearnos y ponernos trabas para todo». A veces se plantea pedir el traslado a otro centro sanitario o a un servicio distinto al de Urgencias, o incluso cambiar de comunidad autónoma. «Llegas a casa con un nivel de frustración y de decepción que no es sostenible», dice Isabel, que a sus 49 años solo pide a los políticos una cosa: que cuiden la salud de los ciudadanos.

Veterana de la Primaria

Concepción Sebastián lleva 30 años trabajando en el centro de salud Rafael Alberti de Vallecas, del que es directora, y en el que cada día diseña un rompecabezas para poder atender a sus pacientes y a los de los compañeros que están de baja o de vacaciones, porque la Comunidad de Madrid no repone sus contratos.

Le apasiona su trabajo, pero se siente decepcionada. «Sentimos que no se nos ha devuelto todo el esfuerzo que hemos hecho. Nos frustra. Yo solo quiero que sean respetuosos conmigo, que me valoren, que no me ninguneen», reclama. Y lamenta que la mayor parte de su día a día no lo dedica a visitar a sus pacientes sino cumplir con toda la burocracia que la Administración les exige a los médicos de Primaria.

«Yo lo que quiero es hacer de médico, no pido nada más», señala Concepción, que se siente «maltratada» y reclama una cosa: «Quiero reconocimiento profesional, quiero que se reconozca que mi trabajo es ser médico y no burócrata y que mi papel supone una mejora para la vida de la gente».

«Me he quemado»

Bethania Pérez Alves tiene 33 años, es especialista en medicina interna y sigue, como le sucedía antes de la pandemia, enlazando contratos de hospital en hospital en la Comunidad de Madrid. Empezó a trabajar hace ocho años y se siente en estos momentos agotada y «quemada».

«Antes trabajaba con una curiosidad y ganas que me cuesta recuperar. Siento que ahora busco más motivación en cosas de mi tiempo libre. A veces, si puedo elegir un contrato que me permite trabajar menos, aunque sea peor, lo prefiero», explica Bethania.

Le da rabia que algo haya cambiado en su interior. «Siento menos ganas de hacer un trabajo del que yo me sentía afortunada. Me gustaba y me generaba cierta inquietud que me ha dejado generar», describe.

«El volumen de pacientes que tenemos que atender al día en el hospital ha crecido», explica esta internista, que trabaja con más sensación de estrés y de ansiedad que antes de la pandemia y ansía lograr una estabilidad que sus contratos de sustitución no le dan.

Alfonso Fraile es como el pez que nada a contracorriente, porque su situación laboral, dice, es objetivamente mejor ahora que antes de la pandemia. Hace unos años estaba solo en su planta del hospital madrileño en el que trabaja (cuyo nombre prefiere no revelar) y ahora tiene casi siempre un compañero con quien reparte el trabajo.

Pero aunque su situación sea mejor, no les sucede lo mismo a sus pacientes. «Hay mucha lista de espera y eso genera cierto estrés. Los problemas en Atención Primaria llevan a que los crónicos se descompensen antes y tengan menos soporte y que tengan que ser ingresados más a menudo».

«Hay una cantidad muy importante de gente a la que se le han retrasado intervenciones o que han perdido el seguimiento durante este tiempo y ahora sus situaciones son más difíciles de resolver», dice Alfonso.

Este médico de 38 años ha cogido peso, tiene insomnio y ansiedad y siente que ahora dedica muchas más horas que antes a su trabajo. «La labor extrahospitalaria la realizo por las tardes, renunciando a tiempo de ocio, porque siempre siento que tengo deberes: estudiar algún máster, seguir con la tesis…», explica.