Editorial

El mundo desconfía de la oferta de paz mientras arrecian las bombas

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Llevan días apuntando los negociadores rusos que sus posiciones con los ucranianos se han ido acercando, y que no estarían lejos de llegar a un acuerdo. Es deseable que, cuanto antes, callen las armas y cese la masacre, pero no conviene engañarse. Nadie sabe por dónde pasan los planes de Putin, ni los de antes de empezar el ataque ni los de ahora, tres semanas después de toparse con la resistencia ucraniana y la unidad y respuesta internacional. Acumulamos tantas decepciones y violaciones de alto el fuego como para recelar de que hay posibilidades reales de que esta guerra termine pronto, por mucho que se transmitan indicios de que podría haber un resquicio de luz al final del túnel. Porque mientras se producen las negociaciones, la crueldad de las bombas sigue arrasando Ucrania y los ataques contra civiles arrecian. Ayer mismo, Rusia rechazaba la orden de la Corte Internacional de Justicia de suspender la guerra y siguió pisoteando sin pudor las líneas rojas de los crímenes de lesa humanidad.

Ucrania sí ha movido ficha para dar esa oportunidad a la paz. Que Volodimir Zelenski asuma en público que su país no podrá acceder nunca a la OTAN, el supuesto casus belli para Putin, es un avance hacia la neutralidad militar reclamada por Moscú. A nadie podría extrañar que Rusia esté intentando encontrar una fórmula que permita zafarse de la asfixia económica, esquivar la bancarrota e intentar hacer creer a propios y extraños que ha salido victorioso de este delirio imperialista, pero a estas alturas confiar en quien inició la invasión casi al tiempo que decía retirar tropas sería una imprudencia temeraria. Hasta ahora todo parece una oferta trampa.

El camino hacia la paz podría empezar a transitar hoy otros vericuetos más fértiles. Los presidentes de Estados Unidos y China, Joe Biden y Xi Jinping, respectivamente, hablarán por primera vez desde que estalló el conflicto bélico. Hasta ahora China se ha puesto deliberadamente de perfil, mientras la inteligencia americana desliza que el gigante asiático está dispuesto a ayudar militarmente a Putin. La agresión rusa ha sacudido todos los cimientos del orden mundial al romper la legalidad internacional de forma unilateral y desgarrar el marco común de paz, relaciones y cooperación. China no puede esperar ganarse la confianza del resto del mundo si sigue adoptando una postura tan ambigua. Beijing debe seguir el paso del resto del mundo y denunciar el flagrante pisoteo de la Carta de la ONU por parte de su amigo ruso. Y convendría que no olvidase que ha podido llegar al estatus de superpotencia en términos de desarrollo y éxito económico dentro del marco del orden mundial existente hasta ahora, basado en el estado de derecho. No se le debe permitir simplemente quedarse al margen, mientras Rusia sigue empeñada en destruirlo.