Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


Las boticas de don Álvaro

11/06/2022

Cuenta Cunqueiro, a propósito de la botica del Preste Juan, el mismo del que Umberto Eco habló largamente en Baudolino, cómo habría de retenerse la sombra de una persona enferma para sanarla, de tal suerte que al tener la sombra la misma enfermedad que la persona, «y en la misma parte, curando en la sombra, en la que se operaba con mayor libertad, se cosía, se limpiaba, incluso con esmeril y jabón de palosanto, quedaba curado el cuerpo». El franciscano Rodrigues quedó confuso al ver en algunas sombras de príncipes etíopes y de grandes damas, «unas líneas doradas o rojas, o verdes, y era que esas sombras habían sido intervenidas quirúrgicamente, y el cosido se había hecho con hilo de oro, de espinilla o de esmeralda, y en las sombras, especialmente al atardecer, relucían». Hablamos de ello en casa, comemos con Miguel Ángel Gallardo y Pepa, por cuanto Gallardo visitó al hijo notario de don Álvaro para contentarse con lo dicho por su padre, y tuve la suerte, ya lejana, de hablar de Cunqueiro en la José Saramago y ya es un espacio común de nuestra vivencia -la de Miguel y la mía-. Don Álvaro recomienda el agua para tratar la melancolía (recordemos al gran Robert Burton, Elogio de la melancolía -una historia marginal de la bilis negra-) siguiendo el consejo del doctor Laurentius, que recetaba ríos, tramos determinados de ciertos ríos de Inglaterra, Gales y Escocia, «a cada enfermo el tramo del río que le parecía adecuado a la calidad de su bilis melancólica» -y prudente es recordar aquí que don Álvaro la sufrió en exceso. La botica de Elsinor (del rey Hamlet) era fértil en hierbas, en cocimientos de amapolas, para ahuyentar sueños sangrientos, y de bermimalva explosiva o voladora, usada por los ancianos para soñar acciones eróticas. En la botica de Camelot hubo píldoras para poder escuchar pájaros aun siendo sordo, pomada que permite tocar con la diestra el rojo vivo, la piedra negra que cura la hemorragia o la azul que permite respirar bajo el agua. Qué de momentos tan gratos y liberales nos ha dado Cunqueiro -al menos el de esta sobremesa de un sábado que anuncia el solsticio de San Juan-.