Medio siglo en la papelería

A.G.
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José Serna se jubila tras 50 años de trabajo en la Papelería José de la calle Santiago, donde vio crecer tanto al barrio El Pilar como a sus clientes y amigos, «una familia»

José Serna, tras el mostrador de su papelería. - Foto: Rubén Serrallé

La Papelería José, emblemático comercio del barrio El Pilar, cerró esta semana sus puertas de forma temporal por la jubilación de su propietario, José Serna, después de medio siglo dedicado al negocio. Sin embargo, ese pequeño comercio va a quedarse en la familia y seguirá prestando servicio próximamente a los vecinos.

Fueron concretamente 50 años y un mes los que Serna ha trabajado en una papelería que fundó su tío, José Calderón, y en la que comenzó a ayudar desde el principio, con 13 años. Aunque esa trayectoria profesional le ha dejado, ante todo, buenos recuerdos, reconoce que lo deja «porque estoy algo cansado de un oficio que te obliga a abrir todos los días». Ahora, aunque aún no ha llegado a la edad de jubilación preestablecida, quiere «vivir», disfrutar de un merecido descanso, viajar y recuperar todo lo posible un tiempo que le llevó, por ejemplo, «a perderme buena parte de la infancia de mis hijos». Atrás quedan ya los días «en que estábamos esperando que llegasen Navidad, Año Nuevo y Sábado de Gloria, los días tradicionales sin prensa, para poder cerrar». 

Echando la vista atrás, recuerda que «me vine a un barrio que era todo prácticamente de casas bajas y solares y que he ido viendo crecer, tanto al entorno como a su gente». De esos vecinos, remarca que «ya no son clientes, son amigos y mi familia de 50 años». De hecho, tal y como comenta, «vendí libros a los padres de vecinos que ahora me los estaban comprando para sus hijos o incluso para sus nietos».

También ha visto Serna cómo su oficio «ha cambiado totalmente» y no siempre para bien. «Últimamente la venta online nos ha hecho mucho daño y creo que la que está hundiendo al pequeño comercio. Hay gente que pide hasta un bolígrafo por internet y creo que no nos damos cuenta de que lo que estamos haciendo es hundir nuestro entorno», relata, recordando aquellos tiempos «en los que tenía una libreta en la que iba apuntando los lápices o las libretas que me pedían con prisa los niños del barrio que iban al colegio para que luego los pagasen sus padres».   «Las colas de niños que esperaban para comprar golosinas después de misa» son otra de las cosas que han desaparecido en estos años, según explica entre numerosas anécdotas, al igual que la venta generalizada de diarios impresos, «que ahora ya solo nos piden gente de cierta edad, aunque aún queda algún vecino joven al que le gusta comprarlos cuando hay algún gran evento para coleccionarlos».

La ya mencionada «relación de familia» hizo que en los últimos días recibiese José numerosas visitas de clientes que querían despedirse, «gente llorando e incluso alguno que me hizo llorar a mí». A todos les ha dicho lo mismo: «no os voy a atender yo, pero no me voy a ningún sitio. Hay Jose para rato, vivo a dos calles y aquí estoy por si os puedo ayudar en algo».

Tras unos días de cierre para realizar gestiones, quien atenderá ahora a la clientela del barrio será también familiar, «una sobrina que siempre ha estado ahí para ayudarme» y a la que Serna cede el local. Como los tiempos cambian, introducirá nuevos servicios, «como restauraciones o figuras con impresiones 3D», y su tío confía en que eso también sirva para que la persiana de la papelería pueda seguir levantada «otros 50 años».