Javier López-Galiacho

Javier López-Galiacho


El Señorío de Cubas

27/10/2020

A España, a su familia, a los que fuimos sus amigos, se nos ha muerto Fernando Falcó. Un Señor con mayúscula, con todo el sentido humanista que encierra la palabra. Fue mucho más que marqués de Cubas con título de Grande de España. Sobre todo, y doy fe, fue persona cercana, empática, cariñosa, respetuosa, especialmente para aquellos a los que nos regaló su querer, su amistad, y ese donaire caballeroso que encandilaba. Era un español de libro. Le gustaba el arte, la caza, los toros, el vino, el buen flamenco y muy especialmente, el automovilismo. Junto a él disfruté muchas tardes de toros en Las Ventas, en sus dos barreras del tendido 1, heredadas de su madre, la marquesa de Mirabel, grandísima aficionada. Si en el ruedo nada pasaba, Fernando te hablaba del capote de Ordoñez, de la muleta de Paco Camino, sus dos toreros preferidos. Me invitó en varias ocasiones a almorzar (a Falcó le encantaba este verbo ahora en desuso). Comidas con larga sobremesa regadas de buen vino, hablando de flamenco, de aquella noche en que la voz de terciopelo de Rancapino le regaló el alba. Sabiendo de su pasión por el automovilismo, siempre le preguntaba por ese mundo de la Fórmula 1 que él también conocía de tantos años al frente del RACE, comandando el mítico Circuito del Jarama. Una vez que se situaba en la parrilla de salida del recuerdo, Fernando accionaba el botón de encendido de la memoria para trazar la curva de mil anécdotas sobre el Jarama y míticos conductores como los Fittipaldi, Nicky Lauda, Hunt, Depailler, Prost, Villeneuve, Andretti y del tricampeón Jackie Stewart, quien le invitaba cada año a su mansión inglesa en Ellesborough. Otra sobremesa inolvidable fue junto a su hermano Carlos, marqués de Griñón. Los tres solos. Fue una lección magistral de enología. El pasado miércoles, cuando el sol nacía por el este de Madrid, me acerqué al Tanatorio de la Paz a darle el adiós postrero. Allí compartí con su hijo Álvaro el que para mí sería el mejor epitafio en la despedida de su padre, mi amigo: «Fue todo un caballero, el gran maestre del Señorío». Descansa en paz, Fernando.