Gracias al genio político de Winston Churchill, las divisiones de Adolf Hitler no pudieron atravesar el estrecho de Calais y adueñarse de Inglaterra como ya lo habían hecho de toda Europa, exceptuando la Unión Soviética. Sin el genio, la clarividencia y el valor político de Churchill,  la invasión nazi de Gran Bretaña hubiera sido un paseo militar. Sin el político ingles, seguramente el más importante del Siglo XX, Europa hoy seria nazi de Norte  a Sur y de Este a Oeste, pero él supo galvanizar el espíritu democrático y  patriótico del pueblo inglés, a la vez  que pactaba con los Estados Unidos formando el gran bloque contra el que se estrellaron las ansias del «pintor de Baviera» de imponer  la dictadura nazi en todo el continente. De aquí que el nombre de Churchill brille con letras de oro en la Historia del siglo pasado, y que sea emblemático para todos los demócratas del universo mundo.
Quizás en España haría falta un Churchill para evitar que  la democracia se nos siga devaluando, en tal medida que en muchas ocasiones acaba en las urnas. Y la democracia no consiste solo en votar cada cual a la formación política que le parece adecuada para la gobernación del país. La democracia bien entendida  comienza con la exigencia del cumplimento de lo legislado. Prometer una cosa en el Parlamento y hacer otra muy distinta en la práctica de gobierno, se sale de toda norma democrática. La democracia en España ha perdido mucha de su esencia ya que es usual que para poder conseguir la mayoría necesaria para gobernar se pacte hasta con los ideológicamente más lejanos.
Por lo que muchas veces lo que se oye en el Parlamento solo cabe tomarlo a beneficio de inventario, porque poco o nada tiene que ver con lo que se hace en la práctica. El caso es seguir en el machito…