Entender el pasado para construir el futuro

Ana Martínez
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Lezuza cuenta con un interesante potencial para la explotación de empresas vinculadas al turismo, no sólo por Libisosa, sino por su artesanía y naturaleza

Ángel Munera, Almudena Bejarano y Javier Tejada, frente a la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. - Foto: Arturo Pérez

Es difícil desvincular Lezuza del yacimiento arqueológico de Libisosa. Tampoco hay por qué hacerlo, porque el pasado le puede servir para construir su futuro. Sin embargo, pareciese como que la importancia histórica, arqueológica y patrimonial de esta colonia romana nublase la existencia de un término municipal con unos 1.300 residentes permanentes, en el que la pedanía de Tiriez cobra mucha importancia.

En sus 360 kilómetros cuadrados, Lezuza tiene muchos encantos que sumar a su Cerro del Castillo. Para empezar, la iglesia de Nuestra Señora de la Asunción, de principios del XVI, cuando presentaba un claustro gótico al sur del templo, un patio que debió estar activo hasta 1757, momento en el que se construyó una capilla para la Virgen de la Cruz, patrona de Lezuza, que se puede venerar en su camarín todo el año, excepto del 25 de marzo al 2 de mayo. Se trata de una pieza inédita tallada en madera policromada y realizada hacia 1596 por un escultor anónimo, se dice que toledano, que copió fielmente un dibujo de Miguel Ángel.

Así lo relata José Ángel Munera Martínez, exalcalde de Lezuza, en el libro Dos aspectos artísticos en Lezuza: la Virgen de la Cruz y Órganos Históricos Parroquiales, que se publicaron en su día en la revista Albasit del Instituto de Estudios Albacetenses (IEA). 

Gran conocedor de la tierra que lo vio nacer, en la que ha ejercido de maestro en los últimos 18 años -acaba de jubilarse-, Ángel Munera vive en Albacete capital «por motivos familiares», aunque nunca se ha desvinculado de su pueblo. Tanto es así, que desde hace años lidera una campaña para restaurar y reconstruir el órgano histórico parroquial de Lezuza, con el fin de unirlo al ciclo de conciertos que ya se celebra por Liétor, Elche de la Sierra, Férez y El Bonillo. 

Almudena Bejarano, natural de Petrer, en Alicante, conoció Lezuza en el año 1996 a partir de su relación como restauradora-arqueóloga en las campañas de excavaciones del yacimiento. Se trasladó de Barcelona a Lezuza, porque consideró que su vida era «insostenible»: en la localidad lezuzeña podía asumir un alquiler sin tener que compartir piso ni vivir rodeada de siete millones de personas e, incluso, podía montar su taller de restauración. Hoy, Almudena es técnica municipal de Desarrollo Turístico en Lezuza y se encarga básicamente de la dinamización turística y cultural y de la atención al cliente.

Algo parecido le ocurrió a Javier Tejada. Amante de lo tradicional y costumbrista por los cuatro costados, nació en Albacete, pero en 1997 empezó a trabajar como psicólogo en Lezuza, donde finalmente acabó residiendo y convirtiéndose en dulzainero. «No me motivó vivir en Albacete y me hice una casa aquí», relata.

Los tres, Ángel, Almudena y Javier, destacan la gran cantidad de beneficios que aporta vivir en una población rural como Lezuza: desde una escuela infantil por 20 euros al mes, con aula matinal gratuita, hasta una escuela de música, escuela de folclore y actividades deportivas también gratis, pasando por los cursos de la Universidad Popular a los que se puede acceder por una cuota simbólica.

Para cubrir los servicios básicos, en Lezuza encontramos tres panadería, una de ellas con horno tradicional, farmacia, centro de salud, entidades bancarias, tiendas de alimentación, un CRA con cerca de 40 alumnos, residencia de mayores y un sector hostelero «escaso» para las posibilidades que tiene una localidad de estas características.

Como tejido productivo, en Lezuza están operativas dos fábricas de zapatillas, una planta de procesado de ajos, una empresa vinculada con las energías renovables y, sobre todo, el campo y la ganadería, aunque la modernización de regadío todavía no se ha conseguido: «Lograr transformar el riego tradicional en goteo o aspersión proporcionaría más riqueza, más mano de obra y más producción y evitaría que los huertos se vayan abandonando porque no se pueden regar», afirma Ángel.

Contar con el yacimiento arqueológico de Libisosa le aporta riqueza. Durante 2019, el servicio de turismo contabilizó 7.000 personas que habían pasado por la oficina en busca de información, a las que hay que sumar gran cantidad de gente que se acerca al yacimiento sin pasar por el municipio. Se trata, según Almudena Bejarano, de un turismo con un nivel económico y un nivel cultural medio-alto que, mayoritariamente, demanda guía, busca los productos turísticos de la comarca, la calidad en la hostelería y el consumo de productos típicos de la zona como el azafrán y los artículos que elabora el único artesano de cestería tradicional que queda en Castilla-La Mancha.

Asimismo, ese turismo también va en busca de dos eventos importantes en Lezuza: las fiestas en honor de la Virgen de la Cruz, del 1 al 5 de mayo, en las que se muestran las danzas rituales asociadas a la pita y al tambor, gracias a los dos grupos de adultos y otro infantil que dirige el propio Javier Tejada; y la recreación histórica vinculada a Libisosa en la que se implica todo el pueblo.

 

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