La demencia se instala en la familia

Purificación León (EFE)
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Un diagnóstico de este tipo causa un gran impacto en el entorno del paciente y, tras recibirlo, es importante aprender a cuidar tanto del afectado como de uno mismo

Unos 50 millones de personas viven con un diagnóstico de demencia en el mundo y cada año se registran cerca de 10 millones de casos nuevos, según subraya la Organización Mundial de la Salud (OMS). De hecho, esta entidad prevé que haya 82 millones de personas con demencia en 2030 y 152 millones en 2050.

Son las personas mayores quienes, principalmente, sufren esta alteración. Sin embargo, no se trata de una consecuencia inevitable del envejecimiento pues «muchos adultos mayores viven su vida entera sin presentar demencia», destacan los especialistas de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC).

La enfermedad de Alzheimer es la forma más común del diagnóstico de demencia, pues representa entre el 60 y el 70 por ciento de los casos. No obstante, existen más tipos de demencia como la vascular o la demencia por cuerpos de Lewy, entre otras.

En este sentido, la CDC precisa que los primeros síntomas suelen ser la tendencia a olvidar cosas, la pérdida de la noción del tiempo y la desubicación espacial, incluso en lugares conocidos.

Actualmente no hay ningún tratamiento que pueda curar la demencia o revertir su progresión. Sin embargo, sí existen distintas intervenciones para facilitar el día a día de los pacientes, por eso es importante diagnosticarla de manera precoz.

«Recibir un diagnóstico de demencia es una noticia que causa un gran impacto en la familia del afectado. Pueden surgir una gran variedad de emociones y reacciones; entre las primeras, suelen estar la preocupación y la inseguridad debidas al desconocimiento de la nueva situación que se presenta. También puede haber sentimientos de angustia al pensar que no podrán hacerle frente», indica Beatriz Canseco de la Rosa, psicóloga del Centro Cuarto de Contadores.

«En algunas ocasiones, sobre todo cuando hay un diagnóstico precoz, aparece desconcierto, confusión y llegan a minimizar los síntomas y a negar la gravedad del problema. En cambio, en otras, la familia siente tranquilidad al ponerle nombre a lo que le ocurre a su familiar», explica la psicóloga.

La especialista destaca que para poder asumir el diagnóstico es necesario conocer la enfermedad. Esto implica informarse sobre sus síntomas y su evolución.

«Puede ser de gran ayuda contactar con personas que estén pasando por la misma situación, así como acudir a alguna asociación para aprender estrategias que ayuden a manejar las situaciones diarias en lo relativo a la convivencia y el cuidado del familiar afectado», apunta. Asimismo, Canseco recalca que la nueva situación implica cambios en las rutinas, los roles y las funciones dentro del entorno.

«La familia tendrá que afrontar los cambios y alteraciones en el comportamiento y las reacciones del ser querido afectado, además de modificar las pautas de cuidado y comunicación a lo largo del proceso», manifiesta la experta. En este sentido, la psicóloga recuerda que la evolución progresiva de la enfermedad irá agravando los síntomas y la persona requerirá mayor atención y dedicación.

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