«Tras dos años sin visitarnos, los virus están encantados»

L.G.E.
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El director general de Salud Pública atribuye al agotamiento la relajación en la vacunación de los ciudadanos y en las medidas para frenar la transmisión de enfermedades contagiosas. Cuenta que en la pandemia «hubo momentos de desesperación»

«Tras dos años sin visitarnos, los virus están encantados» - Foto: Javier Pozo

En su despacho tiene una pizarra metálica divida en varios cuadrados y es que Juan José Camacho lleva las campañas de vacunación, los programas de detección precoz de cáncer, las inspecciones alimentarias, el control de calidad de las aguas, las campañas de nutrición y hábitos saludables... «La Salud Pública es el departamento  que se encarga de proteger la salud de la ciudadanía, de promover estados de vida saludables, de prevenir la aparición de enfermedades y además de medirlo», explica. Especialista en Urología y aficionado al baloncesto, llegó a la Dirección General de Salud Pública en 2019. Ese primer verano se tuvo que enfrentar a una alarma alimenticia de listeria. Y ese invierno, al coronavirus.

Hace justo tres años no éramos conscientes de la que se nos venía con el coronavirus. ¿Qué es lo que se ha hecho desde entonces para que si vuelve a ocurrir algo así, la forma de abordarlo sea distinta?

En ese momento nadie se lo esperaba. Habíamos tenido otras enfermedades como la gripe A y virus relacionados con la Covid y todos habían generado una alarma razonable y afortunadamente no habían llegado a ser todo lo que se predecía. Estábamosa  a ciegas, intentando aprender de cada minuto, de cada caso y eso era lo más complejo, aplicar ese conocimiento a la toma de decisiones.

«Tras dos años sin visitarnos, los virus están encantados»«Tras dos años sin visitarnos, los virus están encantados» - Foto: Javier Pozo¿Qué cosas han cambiado? Hay una básica y fundamental. Sabíamos de una manera más racional, pero no lo habíamos interiorizado, que vivimos en un mundo globalizado, en un mundo en que las amenazas son de todos y para todos. 

Segundo y más importante: los sistemas de información de los que disponemos ahora, en toda España y en Castilla-La Mancha particularmente, no tienen nada que ver con los que amanecíamos a esta pandemia. Desde entonces hemos dado un salto descomunal. 

Hay alguna cosa más secundaria que tiene que ver más con la sociedad. Ahora la sociedad entiende que hay amenazas o que las puede haber ocultas que aparecen de un momento a otro. 

«Tras dos años sin visitarnos, los virus están encantados»«Tras dos años sin visitarnos, los virus están encantados» - Foto: Javier PozoEsos días fueron muy duros. Quien más quien menos se pudo sentir sobrepasado con la situación. Cuando además se tiene responsabilidad de gestión, como en su caso ¿también se tienen momentos así?

Sí, de desesperación. Se puede contar con tranquilidad, de sentirse superado por los acontecimientos, pero sabiendo que no te podías sentir superado porque éramos la última línea de defensa. No valía tirar la lanza y salir corriendo. Momentos de tristeza absoluta, de llorar, de no poder conciliar el sueño. No cabía otra. 

Fueron etapas distintas y cada una con su complejidad. La primera  fue durísima. Teníamos que responder de la mejor manera que sabíamos. Asumimos que nos equivocamos porque no había otra manera de hacer las cosas en muchos casos, pero puedo decir con tranquilidad y sinceridad que toda la gente que ha trabajado en esta Consejería durante la pandemia ha dado lo mejor de sí. Nos ha costado piel y cicatrices.

Luego vino otro momento difícil, cuando empieza a mejorar la situación y tenemos que empezar a balancear las decisiones, cuando empieza ese trabajo fino de bisturí, de esto lo podemos abrir y esto no. Nos tuvimos que enfrentar a la incomprensión de muchas partes de la sociedad y es razonable, cada uno mira por sus interese s. No siempre se ha entendido, pero ya, a toro pasado, quisiera transmitirle a todas las personas que en algún momento se han sentido traicionadas o dañadas por alguna de nuestras decisiones, que todas se tomaron con un único fin: preserva la vida  y la salud de los ciudadanos. Una frase que decíamos en aquel momento era que si me equivoco, que sea del lado del que menos enfermos haya.

Cuando estalló la pandemia, ¿se imaginaba que en tres años tendríamos el escenario actual? ¿Se lo esperaba peor o mejor?

La pregunta tiene su miga. No me alcanzaba la cabeza. Tenías que mirar hacia adelante porque había cosas que hacer, pero es que realmente no podíamos prever un escenario a tres años. Si a mí me dicen en ese mes  de marzo que tres años después voy a seguir teniendo en mi ordenador todas las mañanas el informe de los casos de Covid, de las infecciones, de los hospitalizados, hubiese dicho que si estábamos todos tontos. Era difícil de predecir. Y mira que trabajamos en modelos matemáticos, de epidemias previas, pero es que este mundo no se parece en nada, no te digo al mundo de hace cien años, sino al mundo de hace treinta.

La vacuna ha sido clave, pero parece que nos estamos relajados con la cuarta dosis de refuerzo. ¿Qué nos pasa?¿Le tenemos más miedo que a la enfermedad, nos da pereza, pecamos de irresponsables con los vulnerables?

No, irresponsables no. Si de algo ha dado ejemplo la sociedad ha sido de responsabilidad. ¿Qué nos está pasando? Que estamos todos muy cansados. Estamos fatigados del miedo descomunal de la primera época, de la prevención y el miedo a la segunda, a latercera. Ahora es un agotamiento. Es entendible que esa capacidad de motivación que tiene el miedo  y la épica de proteger a todos los demás va desapareciendo. Pero en mayores de 80 años tenemos una cobertura del 76 por ciento, que es un exitazo descomunal. Es que nos hemos acostumbrado muy mal en España. Pero no es suficiente, por eso seguimos insistiendo. Nuestra máxima desde que iniciamos la estrategia de vacunación fue una. Y era acercar y facilitar. Por eso desde este lunes hay catorce puntos de vacunación centralizados, en las cabeceras de las gerencias de áreas sanitarias.

Cuando las noticias de brotes vienen de China parece que nos dan más escalofrío. Con lo que está ocurriendo ahora ¿hasta qué punto hay que estar en alerta?

En alerta estamos siempre, es nuestra obligación como profesionales de la Salud Pública, estar en tensión para detectar cualquier problema. Afortunadamente tenemos ya herramientas a nivel regional y nacional que no tienen nada que ver con lo que teníamos antes. Hay alerta, pero no hay alarma. 

La cuestión de China es peculiar. En primer lugar, porque  la información no es todo lo fiable o transparente de la que llega de países de nuestro entorno. Sabemos que las dos variantes que hemos detectado son variantes más antiguas. En China llevan varios meses desde que acabaron con la política de Covid cero y no hemos visto un impacto ni muchísimos menos relevante para nuestro país. 

Entiendo que desde el punto de vista de la Salud Pública os interesa más que haya una nueva variante en EEUU a que haya muchos casos en China de variantes antiguas...

Sí, más o menos ese es el concepto.  No es tanto  ya la cantidad de casos, porque cada país tiene unas características muy diferenciales, ahora dibujadas fundamentalmente por dónde está la raya de la cobertura vacunal. España puede presumir de ser de los mejores países en el mundo y eso hay que contarlo. 

La situación vacunal en EEUU no tiene nada que ver con España. Allí aparecen variantes nuevas. Esta, que es un sublinaje, sí puede parecer que pueda tener algo más de agresividad, transmisibilidad y, aunque no está claro, una  cierta mayor capacidad de escape inmunitario. ¿Y eso qué es? Pues que se salta la vacuna. A día de hoy en España no hay una presencia que podamos considerar relevante y seguramente es por la vacuna. 

Dice que estamos cansados y fatigados. ¿Eso también explica que parece que hayamos dejado de lado todo lo que aprendimos de ventilar, de la higiene o del uso de mascarillas para no contagiar tampoco los catarros o gripes?

Sí, eso tiene mucho que ver. Las limitaciones, las medidas que deberíamos seguir manteniendo, que estamos hablando de no estornudarle a la cara a la gente, lavarnos las manos con frecuencia, en determinados ámbitos incluso llevar mascarillas las tienen muy interiorizadas en algunos países de Asia, pero aquí la sociedad lo relaciona con un un momento especialmente duro, triste, complejo y quiere liberarse de todo eso. Todavía la gente está queriendo meter en una caja de hierro los recuerdos de la pandemia y tirarlos a la sima más profunda del mar. Nuestro trabajo es seguir contando que se pueden hacer cosas desde la responsabilidad de cada uno para evitar enfermedades transmisibles.

En Salud Pública, que sois los que medís lo que está pasando, ¿podéis confirmar si es cierta la sensación de que hay en la calle de que esta temporada estamos rodeados de infecciones respiratorias o es como la de los inviernos de antes?

Son las dos cosas. Llevábamos dos temporadas enteras sin tener contacto prácticamente con virus respiratorios, con medidas que impedían la transmisibilidad. Los virus que llevan dos años sin visitarnos están encantados de habernos conocido. Llega el virus respiratorio sincitial, el de la bronquiolitis, llega la gripe, que empezamos a tener casos en septiembre, que es algo anómalo. 

Está habiendo casos, pero la sensación que al principio se puede tener afortunadamente no es tran grande. La semana uno del mes de enero la tasa de ingresos por infección respiratoria aguda grave fue de 42 ingresos por 100.000 habitantes en toda la región. Son poco más de 100 ingresos al día. No se nos olvide que por Covid llegamos a tener 500-600 ingresos diarios. 

Con la gripe no se sobrepasa los índices epidémicos de manera alarmante. ¿Por qué? Porque hemos puesto alrededor de 450.000 vacunas de la gripe hasta la semana pasada. Recuerdo que en la temporada 2018-19 habíamos puesto unas 300.000. Seguramente aparte de la vacuna, todos hemos aprendido a trabajar de otra manera en los propios centros de salud, que tienen responsabilidad en la detección precoz, tratamiento... La cabeza la tenemos amueblada de otra manera tras la pandemia.

En España los movimientos antivacunas son más bien anecdócitos. ¿A partir de qué porcentaje de personas que no se vacunan o no llevan a sus niños a vacunar empieza a ser peligroso porque pueden reactivarse enfermedades casi erradicadas?

Un 0,1 por ciento y me explico. Esto es una exageración, pero cada enfermedad, cada entorno social es distinto. En España tenemos una enorme suerte en cuanto a coberturas vacunales. Es mérito de la sociedad, que es responsble, y del sistema nacional de salud. Con todas las dificultades y problemas que tiene, tenemos un sistema envidiable.La gente confía en ese sistema nacional de salud y confía también para vacunarse. La confianza de los ciudadanos es férrea y eso aprovechamos y eso devolvemos, pues cada vez que podemos, intentamos ampliar la oferta vacunal como acaba de hacer Castilla-La Mancha.

Le he preguntado mucho de la Covid, pero hay un enemigo entre nosotros que es tanto o más dañino: el tabaco. Las leyes que restringieron los espacios donde se puede fumar dieron resultados ¿qué paso se puede dar ahora?

Son varios. Esto no tiene una única vía de salida. Nos preocupa fundamentalmente el inicio del hábito tabáquico en las personas más jóvenes. Es fundamental limitarlo ahí porque van a ser años de vida sin tabaco y porque el hábito va a estar menos arraigado.   

Hay medidas que se están tomando en otras comunidades y que nosotros lógicamente tenemos que estudiar, desde la prohibición de fumar en determinados espacios abiertos de especial vulnerabilidad o el consumo de tabaco en terrazas, que están a día de hoy en estudio a nivel nacional, pendientes de que salga la nueva Ley del Tabaco.

Hay una cosa fundamental, que es concienciar a la población del daño enorme sobre la salud que hace el consumo de tabaco. Estamos en una comunidad en la que se fuma mucho. Voy a ponerme muy manchego, pero es que hay que ser muy cansino con esto, contarlo una vez y doscientas mil.

El Plan de Adicciones de Castilla-La Mancha habla del tabaco, pero también del alcohol, cannabis, fármacos, juego... ¿Cuál es la que más os preocupa viendo la tendencia de la sociedad?

Todo. Hay dos motivos de preocupación. Uno es el del volumen y en ese caso sería lógicamente el tabaco y el alcohol. Por cuestión de afectación de la salud de los ciudadanos, desde hipnosedantes, opiáceos, cocaína y el juego.  El juego es una adicción callada, que llama menos la atención, que hemos normalizado en algunos casos, pero que tiene un riesgo de afectar a la salud mental, social y física de la persona de una manera descomunal. 

Con campañas como la que tenéis para dar 7.000 pasos al día ¿no os sentís como luchando contra Goliat con la cantidad de estímulos consumistas que recibimos al día para tener hábitos sedentarios o recurrir a comida poco saludable?

Sí, es complicado, pero nuestra obligación es contarle a la gente de qué manera puede participar y colaborar en tener una mejor salud cada vez con cosas enormemente sencillas. Pasear esos 7.000 pasos es un 'pis pas', te lo haces en 45 minutos. O huir de los alimentos ultraprocesados, que en Castilla-La Mancha tenemos una enorme cantidad de alimentos que son muy saludables y que además están cerca. Hemos empezado una campaña contando en nuestra web con recetas hechas por cocineros de la región, recetas que están además muy ricas. 

La convicción de que hay que prevenir los problemas es la parte que más nos cuesta. Cuando a un médico se le acerca una persona que padece un problema, casi cualquier cosa que le cuentes y le digas, le va a venir bien, porque ya tiene el problema, el dolor.  Cuando nosotros desde Salud Pública le decimos que ande 7.000 pasos y va a mejorar su metabolismo, su colesterol, que tendrá menos problemas cardíacos, mayor fuerza muscular te dicen: 'si estoy bien, si no me duele nada'.

¿El Cambio Climático os está obligando a trastocar muchos parámetros con los que trabajáis en Salud Pública?

El ser humano y su salud es una salud en el ambiente. Los cambios de ese entorno producen cambios en la salud y en la manera de enfermar. Está cambiando con los vectores, que son los que llevan las enfermedades, muchas veces insectos. Ahora tenemos en España especies que antes no teníamos, que eran incapaces de vivir aquí. Afecta la desecación, la cantidad de agua, la polución, porque la contaminación es un asesino silencioso. Todo esto nos obliga a cambiar de manera permanentemente nuestro marco de pensamiento a la hora de detectar las enfermedades y luchar contra ellas. 

No es lo mismo decir 'dé usted un paseo' a decir que vamos a reducir la huella de carbono un 20 por ciento, que eso implica a la industria, la movilidad con los coches...  Nuestra vigilancia va a estar ahí, pero si no cambiamos como sociedad el chip de que el ambiente en el que vivimos no es bueno y nos va  hacer enfermar, cuando lo queramos hacer seguramente sea tarde. Para nosotros, para los animales y para las plantas que nos rodean.