Ilia Galán

LA OTRA MIRADA

Ilia Galán

Poeta y filósofo


Ellos o nosotros

23/10/2022

Hablo con un amigo recién jubilado. Se queja de lo que le quedó y con cierto temor mira a los años próximos, pero más me quejo yo de lo que no me ha de quedar, según las cosas van, cuando me llegue algún día la vejez laboral... Llegará, si vivo, mas los dineros no lo sé yo... Triste es comparar la jubilación de un senador con la de una viuda -me hago eco de un mensaje que circula por los teléfonos y conviene airearlo- como que cualquiera tenga que cotizar 35 años mientras a un senador le basten tres o seis, o que los miembros del Gobierno logren la pensión máxima solo con jurar el cargo. Exenciones fiscales, sueldos poderosos de supuestos asesores (amiguetes, parte de la casta o mafia del partido) que dejan de lado a los técnicos cualificados. Es escandaloso y va contra toda razón, resulta sumamente injusto que los políticos no tengan que superar alguna prueba de capacidad para ejercer ciertos cargos, para ver si son adecuados al puesto, ya que lo que importa ahora es ser cercano al presidente o quien mande, el resto apenas es relevante.

Nos representan, dicen; no son casta..., decían los nuevos encaramados a los mullidos asientos, y siguen destinando fortunas para mantener el sistema de partidos, los mismos que viven de ellos, robando nuestra voluntad popular para meterse los sueldos en su bolsillo particular. Partitocracia, más que democracia, es lo que vivimos. No nos engañemos en esta gran estafa del circo parlamentario, sus coches oficiales, viajes en primera clase, buenas vacaciones y otros privilegios económicos o no... Y muchos sin hacer declaración de bienes cuando ocupan cargos de confianza...

«El problema del mundo es que las personas inteligentes están llenas de dudas, mientras que las personas estúpidas están llenas de confianza en sí mismas»; esta frase atribuida a Bukowski explica muchos diseños legales preparados por los más necios, encaramados en los sillones del gobierno, dogmáticos y llenos de confianza en sus habilidades mentales, precisamente porque no saben explorarse. 

Que haya tantas ventajas para la clase dirigente y esta sea tan ineficiente es el gran problema del presente, ya que no puede ni debe ser una clase contra otra, pues fueron elegidos por sus gentes, a las que ahora mienten. No hay mente que aguante tan incoherentes mensajes, razones que vienen a ser al final demasiado irracionales. Sobran muchos puestos políticos, sobran algunos privilegios y, sobre todo, sobran los aparatos de los partidos que se han ido convirtiendo en el cáncer de la democracia. Los partidos son ahora un tumor maligno que perpetúa la ineptitud. Sin embargo, resulta trágico que nuestros representantes «democráticos» parezcan ser nuestros enemigos. No ayuda sino a alentar los extremos políticos y eso puede resultar un riesgo mortífero. ¿Sería mejor jubilar a todos?