Ramón Bello Serrano

Ramón Bello Serrano


Carnaval

21/01/2023

Iba a escribir de Shakira, del silencio del ministerio de Irene Montero -la canción rezuma machismo de la peor caspa- y de aquietados y aquietadas frente a este evangelio musical tarado            -tara es, en efecto, el jolgorio y celebración que reduce a la mujer al despecho, como si en una relación de paridad se volviere a las dispensas y al paternalismo secular-. Iba a escribir de Shakira y llevaba apurado el lapicero de reproches airados y hasta contrariados -beligerancia frente a los reaccionarios programas del corazón (se califican feministas)- y hacer repaso del despecho y la venganza como pasión placentera, pero de potencia a potencia, cuidadosa de los hijos, de grande estatura, de señora grande -qué triste hablar de la suegra y qué bufo mentar al dinero y compararse con la otra y familia-. El despecho va más allá del enfado con el otro y con el mundo. El despecho es, ante todo, la violencia que ejerce frente a sí misma la despechada, pues echa en falta la condición de la otra que no tiene, y ese enfado permite dañar al otro desde la distancia y olímpico desprecio . Iba a escribir y entonces reparé en el gran artículo de Jorge Bustos de hace una semana que insuperablemente culmina: «¿Alguien imagina a Ava Gardner aullando de despecho pudiendo elegir a otro torero? Venganza habría sido dejarse ver en una isla discreta con uno más rico, más guapo, más joven. Más madridista». El gran acierto de Bustos -acierta siempre- es hablar de «isla discreta», pues la bulla y algarabía hacen del despecho pandereta y charanga, y la dulce violencia demanda una clase superior, cierto virtuosismo que se impone al deshilachado acto del amante que abandona. La despechada ha de mostrar esfuerzo y habilidad -el despecho no ha de parecerlo nunca- pero siempre desde el encanto y misterio que atesora toda mujer. El ripio fácil degrada la canción, hace superflua la queja, mueve a la risa hiriente de la gente, y nos lleva de vuelta a un viaje que ya creímos superado de escama blanca y sucia: a la costra del viejo machismo que la loba de Barranquilla confunde con su derecho a una venganza que lo es de cartón piedra y a un deshonor de carnaval y murga.