Un pastor, una Virgen y una fuente

I. M.
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El Fuensanta de hoy con sólo tres niños, una tienda, dos bares, más de una casa vacía y mucho vecino jubilado, arrancaba su historia en el año 1482

José Carrión, en el interior del claustro del Santuario de Nuestra Señora de los Remedios. - Foto: José Miguel Esparcia

«El 24 de  marzo de 1482, en un despoblado a no gran distancia del río Júcar, apacentaba el rebaño de su amo el pastor Miguel Sanz Collado.  Al anochecer, el mayoral increpó al zagal, que le acompañaba, por el descuido de no  haber hecho la provisión de agua, acostumbrada y le mandó que aunque ya estaba oscuro fuese a por ella al río. El muchacho partió con recelos y con temores y a poco se le apareció la Virgen y le dijo que no siguiese adelante porque allí mismo había una fuente. El joven llenó la vasija de la fuente milagrosa y corrió a contar lo sucedido a su compañero quien, aunque extrañado por lo rápido de su regreso, no daba crédito a lo que oía. Quiso conocer el lugar  y al llegar a la fuente encontró a la imagen».  Con estas palabras, José Sánchez Ferrer, describe en su libro La Virgen de Los Remedios y el Monasterio Trinitario, su aparición y los primeros tiempos de la devoción y es que, como indica José  Carrión, alías Pepe,  su actual párroco, una fuente y una santa, no sólo dieron origen a lo que hoy es Fuensanta, sino que también le dieron el nombre.

Esta aparición marcaría un antes y un después en la historia de este municipio, no en vano, fue el peregrinaje continuo de las personas de los alrededores a esa fuente santa  lo que dio lugar no sólo  al nacimiento de la población sino que, además, tiempo después, fue lo que hizo que una Orden se estableciese en el lugar y edificase un convento, un  monasterio y en donde, puntualiza,  Carrión, los frailes estuvieron durante años hasta la conocida desamortización de Mendizabal de los bienes de la Iglesia. 

El Fuensanta de hoy en día es un municipio, que lo mismo que pasa  con otros muchos de la provincia, con la llegada del verano puede ver multiplicada por dos o incluso por cinco su población, comenta Carrión, pero que en el resto del año no llega a los 300 vecinos, además de contar únicamente con tres niños; los tres, por otra parte, escolarizados en la cercana La Roda, por lo que carece de colegio propio.

Cuenta con una única tienda y con dos bares, uno de ellos, el del club de jubilados y un centro de salud y da la casualidad de que todo ello está ubicado en torno a un pequeño paseo, el Paseo de la Libertad,  de manera que, «quien quiera ir a comprar o a tomarse un café,  quien quiera coger el autobús que le lleve a la capital  o  tenga que ir al médico tiene que pasar por aquí», dice el párroco, el cual, cabe decir, que es natural de Alcalá del Júcar pero que lleva allí afincando años y años.

Pero también este paseo viene a ser como el centro de Fuensanta. Quien pasee por él, como lo estamos haciendo junto a José Carrión, verá la Cruz del Humilladero y prácticamente a su lado en la Plaza Mayor, tanto el Ayuntamiento, que llegó a ser albergue de los que iban en peregrinaje a la fuente santa, como el parque infantil que hay frente a su entrada. Y en frente del Ayuntamiento, a Villa Manolita, sin duda, uno de los lugares más conocidos de Fuensanta.

Villa Manolita, este palacete de estilo modernista construido a principios del siglo XX, como nos describe el párroco, pertenecía a una de las familias pudientes de la villa que cuando se fue a vivir a otro sitio, se lo deja a la iglesia y de hecho, el propio Carrión, fue uno de sus moradores. No obstante,  dada sus necesidades y su estado de  conservación será el Ayuntamiento quien se hará, al final, cargo de ella, ofreciendo actualmente, entre otros,  servicio de alojamiento.  

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