Antonio García

Antonio García


Olivia Newton-John Travolta

15/08/2022

La muerte de Olivia Newton-John ha tenido cierta repercusión en los medios. Era lo que los americanos llaman un one hit wonder. Antes de Grease, Newton-John era muy poquita cosa –una discreta cantante- y después de Grease no fue nada. Su pareja de baile tuvo más suerte: podría haber seguido los pasos de su compañera si no lo hubiera resucitado Tarantino a mitad de los 90. Travolta superaba a Newton-John en éxitos: era un two hit wonder porque además de Grease lo respaldaba el bombazo de Fiebre del sábado noche. No eran grandes actores y como mito sexual también Travolta salió ganando: Newton-John, con su imagen de blandura y belleza demasiado obvia solo podía ser un sex symbol en la medida en que lo fue, por ejemplo, Doris Day. Nosotros -y cuando digo nosotros, me refiero a mí- nunca la tuvimos entre nuestros sueños húmedos. El milagro de Grease se debió a una afortunada conjunción de música, baile y a la complicidad de las dos estrellas, que por separado no funcionaron tan bien. A su vez, la película influyó al menos en dos generaciones consecutivas: la primera, la de quienes asistieron a su estreno, y la segunda la de quienes la vieron por televisión, demasiado jóvenes para haberla visto en cine. El impacto sociológico de la televisión se limitaba hasta entonces a algunos concursos o series, no a las películas emitidas. Pero la repercusión del pase televisivo de Grease fue tremenda, y promovió oportunistas reposiciones para mantener viva la llama y el share. En el fragor del grunge, los bares acogieron la banda sonora de Grease, momento esperado por sus nuevos descubridores para iniciar sus babosas coreografías, miradas con desprecio por la sección más dura de la parroquia.

ARCHIVADO EN: Antonio García, Cine