Música: Kurt Weill

Antonio Soria
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Variedad estilística y ambigüedad provocativa, con preferencia a lo instrumental y teatral

Kurt Weill y Lotte Lenya.

Se dice de Kurt Weill que sacrificó la autonomía de su creatividad por satisfacer los gustos del público y que vendió su alma al teatro estadounidense, ... y lo dejó escrito, en 1950, ni más ni menos que uno de los máximos representantes de la Escuela de Fráncfort y de la teoría crítica de inspiración marxista, el filósofo alemán de origen judío Theodor W. Adorno, entre sus amplios y reconocidos textos en las áreas de la sociología, la comunicología, la psicología y la musicología. Un biógrafo, sin ánimo de alagarle, afirmó que Weill «cambiaba regularmente más de estilo, que de país». Sin embargo, la popularidad de Kurt Weill no nos habla de un artista menor, sino de un superviviente adaptado a su tiempo y, como diría Gasset, a sus circunstancias.

Hoy le dedicamos este espacio por cumplirse exactamente el 72 aniversario de su fallecimiento en Nueva York. Kurt Julian Weill nació en el seno de una familia judía, en Dessau, el 2 de marzo de 1900, su padre era cantor en una sinagoga. Weill mostró un destacado talento musical desde temprana edad, formándose como compositor en el Conservatorio de Berlín con Ferruccio Busoni. Sus primeros pasos sinfónicos, tras los pinitos orquestales de sus 19 años con su Suite para orquesta, miran de frente al expresionismo de moda en el momento, componiendo, con 21 años, la primera de sus dos sinfonías conocidas, que lleva como título Symphonie No.1 in einem Satz für Orchester. La segunda sinfonía, y última obra de su producción orquestal, se conoce como Symphonie No.2 in drei Sätzen für Orchester, que fue estrenada en lal Royal Concertgebouw Orchester bajo la batuta del célebre director Bruno Walter.

Animado por el éxito de sus primeras obras, Weill no tardó en decantarse por la música instrumental y el teatro musical. Der Protagonist, su primera ópera, la escribió en un solo acto, con libreto de Georg Kaiser, cuanto contaba con 26 años, estrenándola en Dresde con su primera ópera. El compositor consideraba que su Der Neue Orpheus (El nuevo Orfeo), cantata que escribió en 1925 para soprano, violín y orquesta, basada en un poema de Iwan Goll, marcó un momento crucial en su carrera, pues lo cierto es que presagiaría la variedad estilística que caracterizó a su producción y la ambigüedad provocativa típicas de su estilo compositivo. La modernidad llegó a su estética de forma más evidente cuando compuso en 1926, incorporando la danza y la proyección cinematográfica, la ópera surrealista de un solo acto Royal Palace (Palacio Real) sobre un libreto de Iwan Goll, y también en la ópera bufa que escribió un año después, en 1927, con el título Der Zar lässt sich photographieren (El Zar se deja fotografiar), esta vez con libreto de Georg Kaiser.

Pero si bien fue importante cruzarse con Kaiser y Goll, su media naranja literaria es el autor del libreto de la ópera más conocida de Kurt Weill, titulada La ópera de los tres centavos (en alemán, Die Dreigroschenoper), una obra teatral que consta de un prólogo y tres actos, adaptada de la ópera de baladas del siglo XVIII inglés, concebida como una crítica marxista del mundo capitalista, estrenada el 31 de agosto de 1928 en el berlinés Theater am Schiffbauerdamm con su esposa como protagonista, la cantante y actriz austriaca Lotte Lenya. Llamada «pieza con música en un prólogo y ocho imágenes», fue la obra más exitosa en Alemania hasta la toma de poder por partido nazi el 30 de enero del año 1933.

La erupción del III Reich obligó a Brecht y Weill al exilio si bien la obra ya se había traducido a 18 idiomas e interpretado más de 10.000 veces en los escenarios de toda Europa.

Establecidos en París a partir de 1933 Weill y su esposa, pudo el compositor reanudar su colaboración con Brecht, dando a luz la producción de un «ballet cantado» para la compañía de George Balanchine titulado Die sieben Todsünden (Los siete pecados capitales). Tan sólo dos años después, se trasladó a Estados Unidos, donde desarrolló su carrera hasta quedar «Perdido en las estrellas», su último musical, escrito en 1949.