Científicos piden a la UE que autorice ya la edición genética

SPC
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Esta técnica, que no tiene que ver con los transgénicos, es la llave para conseguir una agricultura resistente al cambio climático y mantener la producción en España

Científicos piden a la UE que autorice ya la edición genética

La soberanía alimentaria es un concepto que ha pasado a ser conocido por la opinión pública a raíz de los problemas generados por la pandemia y, posteriormente, por la guerra en Ucrania. La necesidad de la Unión Europea y de cada país que la conforma de poder tener acceso a alimentos sin depender (o dependiendo lo menos posible) de otros territorios se ha hecho patente y en la base de esa idea se encuentra, obviamente, la agricultura, primer eslabón de toda la cadena alimentaria.

El problema es que existe una normativa que desde hace más de veinte años regula las técnicas de mejora vegetal en Europa y actualmente «está obsoleta». Mientras, las nuevas técnicas de edición genética (como CRISPR-Cas) que utilizan otros países como los Estados Unidos son el futuro de la agricultura y España no puede quedarse fuera. Así lo advierte un informe de la Confederación de Sociedades Científicas de España (COSCE), firmado por el investigador de la Universidad de Alicante y descubridor de la técnica CRISPR-Cas, Francis Mojica, junto con Pere Puigdomènech (Centro de Investigación en Agrigenómica), Leire Escajedo San-Epifanio (Universidad del País Vasco) y Gonzaga Ruiz de Gauna (Biovegen). El texto reclama la revisión urgente del marco regulador de las Técnicas de Mejora Vegetal de la UE para que el sector agroalimentario español pueda mantener su producción en un escenario de cambio climático y conforme a los objetivos prioritarios de respeto al medio ambiente y la sostenibilidad.

El sector agroalimentario español representa el 5,8% de la economía y su productividad es un 38% superior a la media de la Unión Europea. Pero para mantenerla y hacerlo de un modo sostenible hace falta un nuevo marco regulador de las Técnicas de Mejora Vegetal que incluya las nuevas técnicas o NPBT (New Plant Breeding Techniques) como CRISPR-Cas, apunta el mencionado informe.

El texto de la COSCE recuerda que, a diferencia de los procesos tradicionales que producen nuevas variedades vegetales cruzando especies (que pueden durar varios años), la edición genómica hace lo mismo pero «de forma rápida, barata y sencilla». El resultado, apuntan los científicos, no son plantas «con un ADN extraño» y, por tanto, no son transgénicas, y además «son indistinguibles de las obtenidas por mejora tradicional». «La edición génica causa sólo unos pocos cambios genéticos dirigidos y, al no precisar de largos procesos de selección, no reduce la diversidad genética», insiste el informe.

El problema es que la normativa europea no se ha actualizado y desde 2001 considera que todas las técnicas para modificar alimentos producen transgénicos, que están prohibidos por la legislación comunitaria. Por eso, la COSCE solicita «la necesaria diferenciación» entre las técnicas de edición genética y los transgénicos para poder avanzar hacia una agricultura sostenible, más innovadora y capaz de asegurar la producción de alimentos del futuro.

Entre otras mejoras, las técnicas de edición genética permitirían potenciar la capacidad de las plantas para asimilar compuestos nitrogenados, lo que permitiría usar menos fertilizantes en los cultivos, o mejorar las características nutricionales de algunos productos de origen vegetal como el aceite, el pan o los que sirven como forraje para alimentar a los animales.

También ayudaría a desarrollar plantas resistentes a insectos y a microorganismos patógenos, lo que aumentaría la productividad de los cultivos y reduciría de manera importante el uso de pesticidas en todo el mundo, y a desarrollar variedades capaces de mantener su producción en aguas de riego salinas, en temperaturas extremas o en condiciones de sequía, y por consiguiente generaría organismos más tolerantes al cambio climático. «Es urgente para Europa, y especialmente para España, disponer de un marco regulador» que favorezca la innovación y todas sus ventajas, especialmente en un preocupante escenario de cambio climático y crisis alimentaria, concluye el informe.