Xavier Montsalvatge

A.S.
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Hoy se cumple el veinte aniversario de la muerte del gran compositor

De izqda. a dcha.: García Navarro, De Larrocha, Montsalvatge, Claret y Victoria de los Ángeles (Barcelona 1992)

20 años han pasado ya desde que el corazón de Xavier Montsalvatge dejó de palpitar, aunque sigue bien vivo entre nosotros, y creciendo la admiración que por su música se siente en la medida que se conoce y se disfruta.

En modo autoetnográfico (una las vertientes metodológicas de investigación en uso), por el privilegio de haberle conocido y disfrutado personalmente, puedo contar algunas particularidades, originales, del extraordinario perfil del compositor, que nació en Gerona el 11 de marzo de 1912 y falleció en Barcelona un día como hoy, 8 de mayo, de 2002, hace 20 años. 

La primera vez que escuché su nombre me sonaba a algo lejano. En pleno proceso de aprendizaje, durante mis años de estudiante en Barcelona, con los pocos medios con que contaba (alguna beca, lo poco que podía mandarme mi madre y la ayuda de mi hermano), tuve que buscar sustento trabajando como repertorista, oficio que entonces estrené gracias a cierta facilidad de lectura a primera vista y muchas ganas de trabajar. Un buen día, una soprano me puso en el atril una Canción de cuna para dormir a un negrito… y fue tan delicioso tocarlo y escucharlo al mismo tiempo, que pregunté con avidez… ¿de quién es esta maravilla?: Xavier Montsalvatge. Ya no olvidé su nombre.

A finales de los 80 ser discípulo de Ramón Coll no era cualquier cosa, ni era fácil tener opciones de actuación en la Ciudad Condal. Afortunadamente, mi maestro fue el primero en grabar la obra para piano de Montsalvatge, con sus indicaciones… así pude conocer su música muy de cerca. Y en los conciertos que ofrecí por allí tuve también el privilegio de coincidir con él. Para un mí un semidios. Fue una de las primeras que me ayudó a aprender que ser alguien grande es ser mucho más normal de lo que pueda mitificarse y, sobre todo, que para ser un verdadero gran artista es necesario ser humilde, al menos en el interior, porque para serlo también en el exterior hace falta fortaleza o usar escudo.

Poco antes de las célebres olimpiadas, un magnífico pianista libanés llamado Walid Akl, tras escucharme los Miroirs de Ravel, me ofreció el proyecto de grabar esa maravillosa música con un sello belga: Pavane Records. A mí me pareció prematuro, pues aún no había terminado mis estudios superiores con Ramón Coll y temí que no le pareciese adecuado. Entonces aproveché la generosa oferta para hacer la grabación con un incipiente y entusiasta dúo que había comenzado a caminar, junto a mi todavía querido amigo José Lozano, Dúo Reinecke, en cuyo CD incluimos, junto a Bernstein, Brahms, Debussy, etc… una obra de Xavier Montsalvatge, como primicia, titulada Self-Paráfrasis. Para hacer un trabajo serio fuimos a que nos escuchase y nos recibió encantados en su casa. No faltaron los Miguelitos, ni la entrevista al maestro por quien sería mi esposa, Llanos Salas, entonces responsable de un magazine en Antena3. Montsalvatge estuvo estupendo y nos transmitió lo que quiso ante su obra, que José y yo (jóvenes entonces como se puede ver en la foto) tocamos con mucho placer. Desde entonces no he dejado de tocar a Montsalvatge, sólo en recital o en dúo, con clarinetistas de la talla de Paul Meyer, que se deleitó mucho con su descubrimiento cuando la tocamos por primera vez juntos en el Ohrid Music Festival de Macedonia.

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