Pasión y superación

Juan Carrizo
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Cristina Landete tiene 14 años, es sordociega, pero eso no le impide montar a caballo y competir

La complicidad entre Cristina y "Tanquete", como ella llama a Tanqueray. - Foto: Rubén Serrallé

Cristina Landete tiene 14 años, es sordociega y su corta vida ha estado llena de obstáculos. Pero todo ello no le ha impedido ser una luchadora, con la ayuda de sus padres, y ser la primera sordociega que compite en equitación. Pasar una tarde con Cristina en el Centro Ecuestre El Tomillar es conocer su pasión por los caballos, su afán de superación y su capacidad para superar todas esas barreras que para muchos serían insalvables.

Cristina no lo ha hecho sola, tiene el apoyo constante de su madre, María Ángeles Prieto, que fue la que dio el paso al frente. «Se le ponían los dientes largos al ver como sus compañeros se iban a competir», y habló de esta posibilidad con Laura Sánchez, responsable del centro. «Para mí era algo desconocido, nunca había trabajado con usuarios sordos o ciegos, y de repente me veía con una sordociega».

Los nombres de los caballos están en brailleLos nombres de los caballos están en braille - Foto: Rubén Serrallé«Para ella era una superación, pero para mí también era un reto. Tuve que hablar con la Federación, para buscar los anexos al reglamento que se adaptasen a su discapacidad. Probamos diferentes cosas y dimos con lo que al final nos está funcionando», argumenta Laura Sánchez.

Para que Cristina pueda competir se ven involucradas varias personas. Laura Sánchez la acompaña junto al caballo, por si tiene que hacerle alguna indicación a través de la conocida como  dactilología en palma. Es una técnica que consiste en deletrear el mensaje apoyando cada una de las letras sobre la palma de la mano de la persona sordociega, para que esta pueda captarlas táctilmente. Como obviamente no lo puede hacer en la palma de la mano, porque Cristina debe agarrar las riendas del caballo, «nos hemos inventado un código que hago en su pierna». Jorge Ramírez, otro entrenador de El Tomillar, ayuda en el reconocimiento de la pista, mientras que María Ángeles hace su labor como mediadora comunicativa con el juez de la competición.

Cristina ya lleva dos jornadas de la Liga Pegaso, que se celebra en Madrid y en la que compiten unos 170 jinetes. Ella lo hace en la modalidad paraecuestre y sus resultados han sido excelentes. «Ya nos han invitado a una liga en Ciudad Real y queremos ir progresando, acudir a torneos regionales y nacionales», dice María Ángeles.

Cristina Landete, a lomos de Tanqueray.Cristina Landete, a lomos de Tanqueray. - Foto: Rubén Serralléel milagro. Cristina Landete es una superviviente. Su historia ya ha sido contada muchas veces, porque es poco menos que un milagro. Nació prematura, con 24 semanas y poco más de 500 gramos de peso.

«No daban un duro por ella», explica María Ángeles con lágrimas en los ojos. «Fueron momentos muy difíciles. Un par de operaciones con láser  en los ojos, dos en el intestino, mucho tiempo en la UCI pediátrica. Cuando nos la llevamos a casa tenía que llegar oxígeno por una broncodispasia. Cuando vive y empiezas a pensar que la pesadilla está empezando a pasar, con siete meses se quedó ciega».

Y cuando ya estaban acostumbrados a la ceguera, con 11 años, llegó la sordera. «Al principio no sabían porqué, ahora nos han dicho que fue por las microcefalias que tuvo de pequeña. Fue otro leñazo emocional».

Antes de montar hay que preparar a los caballos.Antes de montar hay que preparar a los caballos. - Foto: Rubén SerralléLa sordera avanza, ha perdido el 80% en un odio y el 90% en otro. «El médico nos dijo que le pusiéramos audífonos rápidamente y con ellos se defiende».

María Ángeles explica que ser sordociega no supone tener dos discapacidades. «No se puede tratar a una persona con esta patología ni como ciega ni como sorda. La sordocegera es una discapacidad única, con muchas particularidades». Antes de llegar la sordera, María Ángeles empezó a estudiar un grado superior en mediación comunicativa «por vocación».

«Me gustaba, pero sin el objetivo de conseguir la titulación. Pero cuando Cristina pasó a ser sordociega se me dispararon las alarmas, así que apreté para conseguir el título  y ahora puedo acompañar a Cristina a muchos sitios donde no podría pasar como madre, pero sí como su mediadora comunicativa».

Cristina monta a Tanqueray.Cristina monta a Tanqueray. - Foto: Rubén SerralléAlos tres años empezó a montar, algo que le hizo ganar psicomotricidad y autoestima. «Le daba miedo hasta pisar cosas como la arena y el césped». Montó hasta los 10 años, donde tuvo un parón, pero tras perder la audición, su madre decidió su regreso. «Habíamos ganado muchas cosas, había cogido equilibrio, funcionaba con el bastón exageradamente bien e incluso había sitios que se conocía sin el bastón, pero de pronto perdemos la audición y todos esos problemas vienen y hasta aumentados. Por eso le propuse volver a subir al caballo y vinimos al Tomillar con Laura».

En esa vuelta a montar a caballo faltaba algo. «se quedaba triste cuando sus compañeros iban a hacer los exámenes de  Galope o a competir. Se lo comenté a Laura, Cristina se puso las pilas y se ha convertido en una gran pasión».

igualdad. Cuando se le pregunta a María Ángeles sobre lo que le aporta la competición a Cristina, su madre lo tiene claro, «igualdad».

Cristina con su yegua Cantinera.Cristina con su yegua Cantinera. - Foto: Rubén Serrallé«Para Cristina significa ser una más con sus compañeros.Ella participa a la hora de cepillar al caballo, montar la silla, todo lo que hacen los demás. Ala hora de interactuar es una más. Ha descubierto un nuevo mundo, a tener relación con niños de su edad, porque antes solo quería trato con los adultos», explica.

Eso también se ha notado en su integración en el instituto. Este año pasó al Tomás Navarro Tomás dejando atrás su etapa en el colegio «donde no estaba integrada ni incluida». El equipo docente la acogió muy bien y estaba preparado, pero «teníamos miedo por ver la reacción de sus nuevos compañeros y ha sido fantástico, es una más en su clase».

A la dificultad propia de una competición se añade la discapacidad, lo que obliga a Cristina a un esfuerzo mayor y que demuestra su fuerza de voluntad y capacidad. «Cristina se sabe la reprise, que son las figuras que tiene que hacer el caballo. Aunque Laura va con ella, va contando mentalmente los trancos (pasos de los caballos) porque sabe los que tiene que dar para ir de un punto a otro, así como la curvación que tiene que hacer su montura. No ve, no oye, pero la cabeza le funciona de forma maravillosa», dice su madre orgullosa.

Cristina estudia equitación con su libro en brailleCristina estudia equitación con su libro en braille - Foto: Rubén SerralléLa empatía de Cristina con los caballos es total. Tanqueray, propiedad de El Tomillar, es el que monta en las clases y para competir, mientras que Cantinera es suyo, después de que sus padres lo recogieran. «Estaba desahuciado, pero lo cuidamos y se ha recuperado. Vamos a intentar enseñarle para competir». La anécdota que define la conexión entre Cristina y sus monturas nos la cuenta María Ángeles. «Vivimos en una casa de campo en Casas Viejas, con mucho terreno. Una noche se fue la luz de las farolas y Cristina estaba por ahí. De pronto oímos los pasos de Cantinera, que apareció con Cristina en el porche de la casa. El caballo había salido a buscarla en la oscuridad y la había llevado hasta la puerta de casa. Si no es porque estaba allí y lo vi no me lo hubiera creído».

la protagonista. ACristina le gustan los caballos y también le gusta hablar, le encanta hablar y lo hace con sus monturas. «Hablo mucho con Tanqueray, con cualquier caballo que me encuentro, porque soy muy habladora con los animales. Sé que me escuchan».

«A Cantinera también le hablo mucho y llega un momento en el que gira la cabeza hacia el otro lado, como diciendo, haz el favor de callar un poquito», cuanta Cristina y acaba riendo.

En la cuadra todos los caballos tienen un cartel con su nombre en braille, para que Cristina sepa donde está cada uno y ubicarse.

Montar es para ella un ejercicio de «tranquilidad, calma, me siento bien. Cuando estoy cansada, montar me levanta el ánimo, me ayuda muchísimo. Hoy estoy cansada, me he subido a Tanqueray y me siento mucho mejor».

La pasión por los caballos queda reflejada en cada palabra, en cada gesto, «los veo como una segunda familia». Le encanta darles pan duro y cepillarlos. «Tengo todos los cepillos de Frozen, me encanta Frozen y el color azul», vuelve a reír.

Competir requiere mucho entrenamiento y «conocer mucho al caballo y que el caballo te conozca a ti» y para ella «es disfrutar. Cuando voy a competir voy a pasármelo bien. Aquí lo importante no es ganar, es participar».

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