Sergio Serrano triunfó con claridad en Povedilla

P.B.
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El torero albacetense cortó un rabo en el festival que todos los años organiza la familia de Samuel Flores, mientras que el resto de los actuantes de la tarde se llevaron las dos orejas

Sergio Serrano mira al tendido en un lance de la lidia. - Foto: P.B.

Lleno hasta la bandera en el coqueto coso de Povedilla para asistir al tradicional festival taurino que todos los años organiza la familia de Samuel Flores y en el que se dan cita importantes figuras del toreo, con ganado de la familia, en esta ocasión herrados con dos de los tres hierros de la casa, Castillo de Montizón y María Agustina López Flores, conocido como el de la F, que lleva el nombre de la madre del actual ganadero y alma mater del festival. 

En el día de ayer, actuaron Manuel Díaz  El Cordobés, Javier Conde, José María Manzanares, Sergio Serrano y el novillero Ignacio Bonmatí, que sustituía al anunciado Daniel de la Fuente. Abrió plaza Manuel Díaz El Cordobés con un novillo que llevaba el hierro del Castillo de Montizón, que de salida manifestó mucho genio y apenas le dejó estirarse con el capote. Tuvo alegría en banderillas llegando a la muleta rebrincado al no estar sobrado de fuerzas. 

El madrileño le planteó una faena a media altura para no quebrantar al novillo que desarrolló nobleza. Conforme fue perdiendo pujanza templó la embestida, aunque acortó el viaje. También tuvo tiempo el torero para interactuar con el tendido, con desplantes, risas al público, y ese tipo de cosas que le hizo meterse a la gente en el bolsillo. Lo mató de una estocada traserita y cortó las dos orejas.

Como un pincel fue Javier Conde, muy bien vestido, hasta con zahones, que ya no los usan los toreros ni en los tentaderos. Su novillo con el hierro del Castillo, lo brindó al hijo de Manzanares y fue un inválido de los cuartos traseros, que si se le exigía apenas un poco, se derrumbaba, aunque las intenciones del animal eran buenas y quería embestir, aún sin poder. La faena fue muy suave, despacio, sin tirones y siempre a media altura para que le durara lo suficiente. Tuvo el mérito de aguantarlo en pie y que el tendido llegara a entender que no se podía mucho más. Media estocada trasera y baja fue suficiente para pasear las dos orejas.

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