Pilar Cernuda

CRÓNICA PERSONAL

Pilar Cernuda

Periodista y escritora. Analista política


Personalísimo

20/11/2021

Cola del supermercado. La persona que está delante de mi suelta un "qué barbaridad" cuando la cajera le dice cuánto tiene que pagar. La cajera sonríe con resignación " Ha subido para todos, también para los que estamos aquí". Lo compruebo cuando llega mi turno, es bastante más de lo esperado, y eso que ya había calculado por lo alto sabiendo como están las cosas. Una persona que colabora con una ong me cuenta que hay varias que han abierto cuentas en supermercados para familias que nunca se habían visto en necesidad de pedir ayuda para comer, y que saben que gracias a las ong pueden disponen de una cantidad asignada cada mes. Son muchos los colegios que han dicho a los padres con dificultades que sus hijos tendrán un plato en el comedor, como siempre, y que algún día harán cuentas.

Hace un año, se hablaba sobre todo sobre las consecuencias de la pandemia y cómo se sobrellevaban las medidas restrictivas. Los negocios que desaparecían en nuestro entorno o los amigos y familiares víctimas del covid. Hoy en las conversaciones habituales el covid ha pasado a segundo plano y lo que se analiza es cuántos euros más se ha pagado por el recibo de la luz , o cuanto euros más ha costado llenar el depósito del coche, o que ha habido que han pedir ayuda a padres y hermanos para llegar fin de mes. Se cuenta con dolor pero sin vergüenza, porque en la España actual no hay por qué ocultar las dificultades de sobrevivir cuando vienen tan mal dadas.

Lo que sí provoca vergüenza es que en esta situación los gobernantes vivan al margen de los problemas de los ciudadanos y se dediquen a tomar decisiones que en algunos casos son un insulto a la inteligencia y sobre todo una muestra palpable de su falta de sensibilidad. Cuando los españoles no tienen que llevarse a la boca, no duermen porque han perdido el trabajo o perciben que están a punto de perderlo, es una falta de respeto, es miserable, aprobar leyes revanchistas con el pasado, seguir contratando a asesores que no hace falta que asesoren de nada pero que cobran más que profesionales con experiencia a los que tienen arrinconados porque no son ideológicamente de su cuerda. Es indignante, también miserable, que se provoquen expectativas con promesas de ingresos mínimos vitales, o ayudas de alquiler, con requisitos que solo cumple un 2 o 3 por ciento de los que lo solicitan. O se despilfarra el dinero comprando el voto de partidos con representación que exigen costear proyectos de millones de euros que a ellos les darán votos y que sin embargo sacarían de pobres a muchos españoles si se destinaran a causas verdaderamente urgentes.

¿Qué este tipo de denuncias son demagógicas? Puede ser. Pero no dejan de recoger verdades como puños. Y no es que los políticos no las conozcan; es que les importan un bledo.