José Juan Morcillo

José Juan Morcillo


Hacerlo

10/11/2021

Un amigo mío, cuyo nombre deseo ocultar, fue modisto y vistió a la más grande. A veces me habla de ella; me recuerda su generosidad, su simpatía y su belleza perfumadas con una feminidad arrolladoramente sensual y cautivadora. Pero él es de la opinión de que la Jurado no fue la más grande, porque las ha habido, me dice muy convencido, anteriores a ella con más arte, más señorío y con una voz más técnica.
No sé si fue o no la más grande, pero a mí siempre me fascinaron, más que en ninguna otra cantante, su profesionalidad al interpretar la letra de sus canciones y su poderío en el escenario. Recuerdo, siendo un chavalín, la radio de la cocina siempre encendida; era la voz de pila que recogían las paredes de mi casa y con la que se vestían el silencio y la niebla de las estancias; eran los años de Mocedades, de Julio Iglesias, de Camilo Sesto, de Mari Trini y de tantos otros; eran los años de la Transición. En 1978, meses antes de la aprobación y entrada en vigor de nuestra Constitución, la Jurado publicó su disco «De ahora en adelante», una de cuyas canciones, «Lo siento, mi amor», se oía casi todos los días. En ella, una mujer, cansada de fingir, le confiesa a su marido que su pasión se ha apagado, que su cuerpo «no tiembla de ganas al verte encendido», que sus caricias y sus besos «que ayer me excitaban no me dicen nada», y que además ha conocido otro hombre, «que existe otro amor que lo tengo callado, callado; escondido y vibrando en mi alma, queriendo gritarlo; ya no puedo ocultarlo, no puedo callarlo, no puedo, y prefiero decirlo y gritarlo a seguirte fingiendo». Lo siento mi amor, repite una y otra vez, y la voz de la Jurado prorrumpe con intensa emoción cuando en el estribillo canta su «Hace tiempo que no siento nada al hacerlo contigo». Más allá de ese «hacerlo» tan explícito y preñado de libertad sexual, la canción, en 1978, supuso un canto a favor de la liberación de la mujer de la moral que la sociedad española del momento le imponía.
No sé si fue o no la más grande, pero la Jurado aún suena en estas letras imponente y colosal, inextinguible.