Me atrevo hoy a titular esta columna de opinión con el título del artículo de Domingo Henares que me acompañó en esta misma página desde el año 2013. Y lo hago con el respeto debido a su autor, uno de los columnistas más veteranos de la prensa provincial, que nos dejó esta semana. Sentía tanto cariño como admiración por Domingo Henares, a quien conocí en 2013 cuando llegó a las páginas de La Tribuna de Albacete. Enseguida tuvimos una conexión sincera y franca, facilitada por ser un morantista empedernido y ahora lamento no haber podido disfrutar de una tarde con él y el de la Puebla en el ruedo, como planeamos varias veces. Siempre que nos cruzábamos en la calle de forma fortuita, inexorablemente acabamos hablando de toros.
Como columnista, sus artículos eran certeros y escrupulosamente cuidados. Al acudir a despedirlo al tanatorio, tanto su hijo Domingo como su esposa Carmen me comentaron que cuando hace unas semanas dejó de escribir su artículo dominical supieron que el final estaba cerca. Domingo Henares mantuvo durante años una sana competencia con Ramón Bello Bañón por no haber fallado ni una sola semana a su cita con los lectores. Don Ramón nos dejó ya hace unos años y ahora lo hizo Domingo. Los dos eran unos de esos intelectuales de los que puede presumir la sociedad de una ciudad. Se nos ha ido una de esas mentes privilegiadas en las que residía la conciencia colectiva de su Albacete querido. 
Hoy, querido compañero, te digo adiós, pero me costará mirar al faldón de esta página y no encontrar tu encomienda. Que la tierra te sea leve, Domingo.