Javier López-Galiacho

Javier López-Galiacho


La muleta de Juanito Martínez

29/03/2022

No aparece la muleta de Juanito Martínez. Siempre estuvo allí, en ese armario de entrada a la casa de nuestro chalé en la carretera de Jaén. Puerta que albergaba el tinglado de los trastos de la infancia: raquetas de tenis y ping pong, botes de pelotas, bolas de petanca y mi muleta de Juanito Martínez, aquel elegante y fino torero de Albacete. Una mañana del largo y cálido verano de Albacete, mi primo Paco Martínez Paños apareció en el chalé con una muleta con el nombre grabado de Juanito Martínez. En los vuelos de la roja franela, ciertas gotas de sangre certificaban que había sido usada en el ruedo. Un regalo que colmó la ilusión de un niño que ya pensaba la vida en torero. Con la muleta en la mano izquierda, muchas tardes de aquellos veranos convertí la vieja pista de tenis de alquitrán en un imaginario ruedo, improvisando pases al aire tórrido de la tarde, con el canto de las chicharras por pasodoble. Con el tiempo, mi hermano Ignacio hacía de carretón, montado en su bici marca Supercyl. Lo citaba echando la muleta muy adelante; en el embroque evitaba que la rueda delantera de su bici pisara la pañosa del maestro Martínez, corriendo la mano zurda como hacía aquel buen torero. A veces, con las ramas secas de los viejos chopos, inventaba unas banderillas y, tras la brava embestida ciclista de mi hermano, en el manillar de su bicicleta clavaba los palos como si fuera el maestro Paco Esplá. Con el tiempo, el carretón de la fraternal bici fue sustituido por el ímpetu mordedor de un entrañable pastor alemán, llamado Jacky, quien embestía a mi muleta para engancharla entre sus dientes. Pero al lograr yo el mismísimo temple del rey Dámaso González, al pobre perro le resultaba imposible. Si Mario Vargas Llosa confesó que las tardes de niño en su Lima natal, las alegró con la capa de Juan Belmonte regalada por su tío, también mi infancia está sujeta al estaquillador de aquella muleta de Juanito Martínez que no encuentro. Seguramente esté guardada en un rincón del alma.

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