Sergio Serrano fue ovacionado en Las Ventas

Paco Aguado (EFE)
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El diestro albacetense se encontró con el lote más complejo en una tarde en la que los 'detalles' de regusto clásico de CurroDíaz fueron premiados con una vuelta al ruedo

Serrano torea de rodillas al quinto de la tarde. - Foto: EFE

Se lidiaron seis toros de El Montecillo, de buena presentación, con cuajo y bien armados, aunque dispares de hechuras. En conjunto, dieron un juego noble y manejable, aunque casi todos a falta de un punto mayor de fondo o empuje para rematar las embestidas. Tercero y cuarto fueron los más destacados.

Curro Díaz, de añil y oro: estocada delantera desprendida (ovación); estocada baja (vuelta al ruedo tras petición de oreja).

Sergio Serrano, de caña y oro: estocada y tres descabellos (ovación); pinchazo hondo y dos descabellos (ovación).

Tomás Campos, de espuma de mar y oro: estocada caída trasera (silencio tras un aviso); pinchazo hondo caído y dos descabellos (silencio).

Entre las cuadrillas, destacó en la brega Óscar Castellanos.

Plaza de toros de Las Ventas. Corrida del Domingo de Resurrecicón, con algo menos de un cuarto de entrada del aforo cubierto (unos 3.500 espectadores, 7.494 según la empresa) en tarde primaveral.

El veterano diestro jienense Curro Díaz logró, con una vuelta al ruedo, el único resultado estimable de la corrida de toros celebrada ayer en Las Ventas, como premio, tras una desatendida petición de oreja, a los buenos momentos de regusto clásico salpicados en la lidia del cuarto de la tarde.

Este ejemplar fue uno de los dos de más duración de una corrida de El Montecillo que en conjunto, por su nobleza y voluntad, ofreció ciertas posibilidades aunque algo frenadas por una general falta de fondo, cuando no de empuje para concretarlas.

Los toros necesitaron, pues, de una lidia precisa que potenciara sus virtudes, lo que la terna logró solo en ocasiones, y en especial Curro Díaz que, cuando aplicó un mayor acierto en el planteamiento obtuvo como fruto los momentos más artísticos de la tarde.

En concreto, esos detalles llegaron al recibir a la verónica a ese cuarto con los dos talones muy asentados en la arena y moviendo el capote con un excelente juego de brazos, por mucho que un inoportuno enganchón no le permitiera rematar tan buen saludo.

Los otros dos golpes llegaron ya en el último tercio, cuando el diestro abrió la faena de muleta de manera deslumbrante, alternando trincheras y pases de la firma con el regusto del mejor clasicismo, y con idéntica facilidad y solidez con la que después ligó tres inmensos y recreados naturales abrochados con una sutil trincherilla.

Pero, con ser mucho, todo ello no le fue suficiente para redondear una faena que acabó yendo a menos a medida que el toro se apagaba y el torero de Linares se perdía en altibajos conceptuales.

Más coherente técnicamente fue su labor con el que abrió plaza, un toro que, por falta de fuerza en los riñones, no finalizaba sus embestidas y con el que Díaz se desenvolvió con suficiencia.

sin emplearse. El otro toro de más opciones del encierro fue el tercero, que duró más que el resto tal vez porque nunca llegó a emplearse por completo en el trasteo que le propuso Tomás Campos.

Aunque dejó detalles aislados de su calidad y siempre mostró sus buenas intenciones, al quehacer del joven extremeño le faltó mayor convicción y seguridad para gobernar el comportamiento de un animal que acabó creciéndose, como le pasó también al sexto, que tuvo más voluntad que fuerzas.

El albacetense Sergio Serrano se encontró con el lote más complejo, pues su primero se paró desfondado demasiado pronto y el avacado quinto le puso varias veces en apuros una vez que el de Albacete no le esperó lo suficiente a que metiera la cara en los primeros compases de la faena.

Aun así, Sergio Serrano dejó patente su voluntad en un apurado saludo a portagayola con el primero y en la serie de rodillas con que abrió en los medios su trasteo a ese quinto con el que no terminó de entenderse.