El artesano de las campanadas

Juan Vargas (EFE)
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Jesús López-Terradas es el artífice de que todo esté listo en el reloj de la Puerta del Sol para que millones de españoles den la bienvenida a 2023

Este profesional lleva 27 años desempeñando una tarea clave en estas fiestas. - Foto: EFE

Desde 1995, el relojero Jesús López-Terradas pasa los últimos días del año con una única misión en mente: tener a punto el reloj de la Puerta del Sol para dar las campanadas de Nochevieja. Todo medido, aunque siempre queda una milimétrica posibilidad de que algo falle y, «si se parte una rueda, el plan B es echarse a llorar», aunque es consciente de que esa posibilidad es casi imposible.

El responsable de que toda España se coma las uvas al compás de las campanas está sobradamente curtido en estas lides. Ha vivido desde un cambio de siglo hasta una Nochevieja con la Puerta del Sol desierta por culpa de la pandemia, siempre desde la torre del reloj de la Real Casa de Correos.

Por supuesto, tiene perfectamente interiorizado un ritual que, en realidad, se desarrolla durante todo el año, pues cada semana el personal de la Relojería Losada, regentada por López-Terradas, acude «a subir las pesas para que no se pare el reloj, mirándolo, engrasándolo y, si vemos cualquier defecto, corrigiéndolo».

El habitáculo que alberga la maquinaria acogerá este sábado a «tres o cuatro» profesionales: «Uno está pendiente del mecanismo de la bola, otro del movimiento, otro de la sonería de los cuartos y otro de la sonería de las horas. Por si surge cualquier cosa, corregirla».

López-Terradas asegura que, aun sin ser «nula», la probabilidad «de que pueda ocurrir algo» que dé al traste con las campanadas es «muy pequeña».

Sin comer las uvas

Las miles de personas que viven la Nochevieja en la Puerta del Sol y los millones que siguen las campanadas desde sus casas están pendientes del trabajo de López-Terradas y sus compañeros, que paradójicamente son de los pocos que se quedan sin comer las uvas, porque hacerlo a destiempo «no tiene sentido». Sí cae, a veces, «una copita de champán».

El relojero reconoce que esa expectación masiva es lo que diferencia esta labor de cualquier otra que pueda entrañar su oficio. «El que esté todo el mundo pendiente un día del reloj, de sus campanadas, pues siempre agrada. Y si tú procuras hacer tu trabajo y hacerlo bien, pues es una satisfacción saber que se han dado las campanadas y que ha funcionado todo bien».

Auténtico apasionado de su trabajo, este artesano viene de una larga estirpe de relojeros que se remonta a su bisabuelo. Sus hijos, afirma, no van a continuar la saga, pero no le preocupa la falta de relevo generacional.

Por lo pronto, López-Terradas cumplirá esta semana su vigésimoctava Nochevieja a cargo del reloj al que miran todos los españoles. Luego tocará celebrar con la familia, ya «relajado», «sin ninguna tensión» y con «todo el trabajo terminado».

¿Y qué le pide a 2023? «Ser lo más felices que podamos» y, en su caso particular, un «sencillo» añadido: «Que el próximo Euromillones de 200 millones me toque a mí».