Pilar Cernuda

CRÓNICA PERSONAL

Pilar Cernuda

Periodista y escritora. Analista política


La indignación de Pablo Iglesias

08/11/2022

Pablo Iglesias está indignado con Yolanda Díaz, por una parte, y, por otra, con la Universidad Complutense de Madrid. Tiene razón en lo segundo, pero no en lo primero.

Quienes tendrían que estar indignados, molestos, cabreados con Yolanda Díaz son los cuadros de Podemos, porque la vicepresidenta hace lo que le da la gana y casi siempre es contrario de lo que deciden Belarra y Montero, a las que intenta humillar todo lo que puede. Pero el único que no puede sentirse indignado, molesto y cabreado es Pablo Iglesias, que con su poderoso dedo señalador la colocó en la vicepresidencia segunda del gobierno y también la designó candidata a la presidencia de Podemos. Todo ello, sin encomendarse a dios ni al diablo, es hombre que toma decisiones en las que el componente personal prima sobre el político.

Cosa distinta es lo que ocurrido con la UCM y el proyecto de Iglesias, rechazado, de ser profesor asociado del departamento de Ciencia Política. Según la Universidad, por no acreditar suficiente experiencia política. La verdad es que experiencia política sí tiene, cosa distinta es que guste la forma en que la ha ejercido. Ha fundado un partido, ha sido eurodiputado, diputado y vicepresidente de gobierno. Después pretendió ganar unas elecciones a Isabel Ayuso y, al perder, dejó gobierno y escaño.

Iglesias ha sido noticia este fin de semana por su intervención en la Escuela de Otoño de Podemos, en la que arremetió contra Yolanda Díaz de forma demoledora. Tanto, que hoy por hoy parece imposible que la vicepresidenta pueda ser efectivamente la candidata de Podemos a la presidencia del gobierno, porque no hay nadie en ese partido que la defienda. Ni siquiera que sienta afecto por ella.

Las palabras de Iglesias contra Yolanda Díaz, implacables en su descalificación de quien había sido colaboradora y amiga, envenenan aún más el clima envenenado entre Yolanda Díaz y las dos caras más visibles de Podemos, Belarra y Montero. Clima que daña a las tres. Como daña a Pedro Sánchez, que confiaba en que la buena imagen de su vicepresidenta segunda tirara de Sumar y lograra un número de escaños en las generales que contribuyeran, junto a otras fuerzas, a mantenerlo en Moncloa.

Todas estar peripecias pueden reventar la falsa cordialidad que se vive en el seno del gobierno, con Irene Montero cada día más intransigente con su Ley Trans, que Sánchez no quiere aceptar tal como la plantea Montero, porque solivianta a la mayoría de los votantes del Psoe, tanto hombres como mujeres. Lo que pretende Sánchez es alargar la tramitación parlamentaria, marear la perdiz y ver qué pasa.

El problema es que Montero necesita un éxito como el comer, está empeñada en poner su sello en alguna ley relevante, y si no saca la Trans como ella quiere, puede tirar por la calle de en medio.

Hasta mayo, veremos una pelea a muerte en la izquierda. Con final, de momento, impredecible.