Así latía Albacete hace 100 años

José Iván Suárez
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En 1922, la ciudad estrenaba Hospital, continuaban las obras en la Parroquia de San Juan y se presentía el fin de una época

Una imagen de aquellos años tomada por Julián Collado. - Foto: Diputación

Antes de que los albaceteños se comieran las uvas en las postrimerías de 1921, aquel sábado por la tarde, en el Pleno del Ayuntamiento se había celebrado el tercer voto de censura contra el alcalde. Algunos concejales habían perdido la confianza en Gervasio Fernández y le acusaban de ser «un tapón que obstruye el paso de la democracia». La monarquía parlamentaria de Alfonso XIII había entrado en un proceso de descomposición en toda España. Por entonces, el ilustre Azorín ya había escrito: «Una crítica fácil y amiga de zafarse de la responsabilidades echa sobre los políticos la culpa de todos los males y dolamas de un país (…) los políticos no son ni mejor ni peor que las demás clases sociales».

Cuando 1922 comenzó en Albacete, la política local seguía la deriva inestable de la situación nacional. Las responsabilidades del Desastre de Annual, la guerra de Marruecos, la división interior de los partidos y el pánico por los vientos bolcheviques que soplaban por el mundo, marcaban una agenda de la actualidad en la que, sin embargo, otras historias se escondían entre titulares. La epidemia de grippe, iniciada en 1918, aún era causa de preocupación. Las autoridades trataban de tomar medidas preventivas por lo que pudiera volver a ocurrir. La muerte siempre estaba a la vuelta de la esquina. Y en aquel tiempo se podía uno morir de fiebre tifoidea, viruela, sarampión, difteria, tuberculosis o por propia iniciativa. Según los datos publicados en el Boletín Oficial de la Provincia de Albacete, solo en diciembre de 1921, hasta 98 personas se quitaron la vida en Albacete. Por suerte para el futuro de la humanidad, los niños seguían naciendo y la ciudad rebasaba ya las 31.000 almas. 

Desde la última década, Albacete crecía sin parar. La actividad económica atrajo a miles de emigrantes desde los pueblos y la ciudad experimentó una grave crisis de vivienda. «Hemos convenido en que Albacete se halla en pleno desarrollo y crecimiento de energías. Su progreso es evidente: si miramos al orden material encontramos aumento de barriadas, ensanche, alineación de calles, reconstrucción de edificios, sustituyendo antiguos, feos y raquíticos, por otros elegantes y de gran capacidad; gran desarrollo de la industria con nuevas fábricas y talleres, y lo mismo del comercio en sus diversas ramas, sin excluir la banca; por todas partes se notan señales de exuberancia y riqueza», recogía un editorial del semanario El Progreso y se apuntaba con vehemencia: «Albacete no saldrá de la categoría de villorio mientras no tenga pavimento. El polvo y el barro se hacen inaguantables y la salud pública está seriamente amenazada». Hasta el momento, solo se había adoquinado la calle de Salamanca. 

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