El enfermo, en general, es una persona bajo el síndrome de ansiedad por su situación de incertidumbre y de aislamiento familiar. Feliz puede sentirse aquel a quien le diagnostican, con rapidez, las características de su enfermedad y posible breve estancia de recuperación que va a necesitar.
Pero ese no es el caso de la mayoría de los pacientes: la mayoría de los que ingresan tiene asegurada una estancia de varios días, semanas y, algunos, hasta de meses.
Hay que pasar por esa experiencia para valorar la dureza de pasarse las 24 horas del día mirando a la pared o al techo. Felices pueden sentirse los que están acompañados, al menos durante unas horas o pueden distraerse con el uso de los distintos medios de comunicación. Situación aún más dolorosa es la de aquellos enfermos que no pueden valerse por sí mismos y están solos.
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