Arturo Tendero, escritor y columnista de La Tribuna de Albacete, presentará mañana en cervecería La Nena, de calle Blasco Ibáñez número 9  de la capital, su último libro, Viaje a Nemiña y a la Castilla mística. El autor comentó las singularidades de esta obra publicada en La Siesta del Lobo. 

¿Un libro de viajes?

Así es, esta obra es atípica, de viajes y no estaba premeditada. Cuando hice este viaje veraniego con unos amigos, estaba a disfrutar, no a escribir un libro. Al volver, como llevo un diario personal, al hacer balance, vi que las vivencias tenían un valor condensado y fue conformándose el libro, salió así. Como es un libro atípico pensé en presentarlo en un lugar poco frecuente, aunque ya se han presentado varios en este espacio. 

¿Vivencias de este año?

Sí, el viaje original lo hicimos este año, a la Costa da Morte, porque Nemiña es una playa de surfistas, y fue un viaje para conocer el lugar, para pasearnos por esta zona entre la Coruña y Santiago de Compostela y la vivencia la cuento en el libro, por cierto. Fuimos dos parejas y al volver, como el hermano de mi amigo tiene una casa rural en Ochando, me comentó que podíamos hacer una parada de un par de días y pensamos que estaría muy bien. Es como otro viaje dentro del viaje, porque Ochando, que es un pueblo pequeño de estepa castellana, está muy cerca de Ávila, Segovia o de Madrigal de las Torres. Como últimamente estoy trabajando mucho sobre los místicos, como San Juan de la Cruz o Santa Teresa, todos ellos nacieron y se movieron por esa zona, así que esa segunda parte del libro es un pisar en los pueblos donde ellos pisaron.

¿A quién va dirigido este nuevo libro?

Primero, como no estaba premeditado, es para tener un recuerdo, lo que pasa es que me di cuenta que este libro, al final, es un canto a la fugacidad. Qué es más fugaz que un viaje de verano, que parece que está acabando ya en el momento en que empiezas a planificar. Luego, cuando pisas esos pueblos que pisaron Santa Teresa, San Juan, incluso Isabel la Católica, es como si encontraras a la verdadera persona que hay detrás del personaje. Te das cuenta que para ellos también la vida fue fugaz y el recorrido que hago persigue, con la intuición, los pasos que ellos pudieron dar en esos pueblos. Todo eso me parece que puede interesar a alguien más. Intento llevar de la mano, con mi escritura, por las sensaciones que he ido experimentando, pero, además de eso, creo que hay una enseñanza detrás y una emoción, la de la fugacidad.   

¿Plantea rutas?

Nosotros hacemos cosas que cualquiera puede hacer, como hicimos nosotros, pero no está premeditado con esa intención. Lo que cuento es un viaje. 

¿Cómo es ese diario?

Es una costumbre estoica la de llevar un diario emocional, en el que transcribes lo que has hecho, pero también cómo te has sentido. Lo llevo siempre, no lo he publicado pero, probablemente algún día valga la pena. Eso sería como una parte de ese diario, que tiene una unidad y forma parte de un proceso muy concreto, es un libro de viaje, más que de viajes.  

Con poesías y fotografías para acompañar ese proceso. 

Sí, hay un par de poesías de Verónica Hernández, mi mujer, que también es escritora,   en las que pone su propia vivencia y las fotografías las hemos compartido con Loli Ubide y David Roldán.

¿Tiene alguna estructura?

La estructura es cronológica, es un diario, con una parte de más de densidad, porque hay más datos. En la información de la primera parte trabaja más la percepción, las brumas, las playas. 

¿En qué trabaja estos días?

Ahora preparo una obra  de teatro que entregaré a primeros de diciembre. Está ya adelantada y también curiosamente, sobre la mística, un tema en el que llevo un tiempo trabajando. Es una obra con monjes y monjas del Siglo de Oro y luego estoy con la antología de poetas que tengo que entregar en primavera.